Oldhands lo podríamos traducir como perros viejos, más aún para la ocasión ya que el germen de estos hard rockers extremeños parte de la base de dos músicos, Albert Cooper y J.M. Savage, con pasado en bandas como Arcángel, Marggot Brain o The Buzos y que después de comenzar su andadura como duo, tocando versiones acústicas de clásicos del hard rock, decidieron dar forma eléctrica al proyecto con sus propias composiciones, para encontrarnos de la mano de The Fish Factory con este «Little bites», un disco que casa con la herencia del hard melódico que surgió con fuerza en la mitad de los ochenta y llegó prácticamente hasta principio de los noventa, como cabeza de león, aunque luego siempre haya supervivido en otro tipo de plano apartado de los grandes focos mediáticos.
El secreto de Oldhands se llama heavy rock, ese que sirvió de base para muchos los que ya andamos por los cincuenta. En su música se pueden adivinar influencias de raíces del género como los Scorpions de «Savage Amusement», Dokken o incluso algún guiño guitarrero al Ozzy de aquella mitad de los ochenta. Y es que precisamente, las guitarras tienen un peso fundamental en este disco, sirviendo en todo momento como hilo conductor, con el debido protagonismo, encajando con las melodías vocales y ese gusto por estribillos coreables. Encontramos medios tiempos como «Those years», elegante, sin aspavientos no necesarios y centrados en que el feeling sea el principal motor. Temas rockeros como los dos que abren el disco, «Becoming fools» o «Moonlight». Salen a la luz aires sureños como los de «Old man, Young dick» a lo 38 Special, rollo Van Halen/Mr. Big en «Take me up», la festiva «Jealously» que presume de melodía vocal, adictiva, plena de melodía cercana la A.O.R.
«Dirty side of the road» eleva el nivel de potencia, esas guitarras crujen al igual que ocurre con «Days» que práctica con naturalidad un rollo chulesco, melodía de voz muy Angelina y una guitarra a lo George Lynch. Cierra el disco «The party is over» es la mas heavy del disco, donde me viene a la cabeza la era Ozzy de «No rest for the wicked» por un lado, y Dokken, que es una constante -será también que es una de mis bandas favoritas del rollo- durante todo el disco. Muy buen disco de los de Plasencia.
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