Siempre nos ha parecido estupenda la frase que se le atribuye a Alfred Hitchcock sobre la dificultad de trabajar con perros, niños y… Charles Laughton. Muy divertida aunque en el tema de los animales a pesar de que en la mayoría de las ocasiones se cumple el dicho se han realizado algunas estimables películas, algunas obras maestras como “Al azar, Balthazar” de Robert Bresson. Y aunque no tan extraordinaria, con cánidos largometrajes tan estimables como “Hachiko”, cinta de buenos sentimientos sobre un perro que espera en la estación de tren a que llegue su dueño muerto. Esta “Arthur” bebe directamente de ella, con un perro callejero que encarna los valores de lealtad que se le presupone al mejor amigo del hombre.
En este caso tenemos un hecho real, sobre un equipo de competiciones de aventuras estadounidense (aunque en la realidad era sueco) perdedor, que en una dura carrera en la República Dominicana será acompañado por el animal ayudando en los peores momentos a completar la carrera. Una historia de superación y buenos sentimientos que se ve con agrado merced a una puesta en escena sugerente del televisivo Simon Cellan Jones y a un guion pulido de Michael Brandt que transita de menos a más, presentándonos a los dos personajes en montaje paralelo, cada uno superando su fracaso. Uno en Norteamérica junto a su familia tras una desastrosa carrera y el otro en Santo Domingo con una arrastrada vida en la calle llena de maltrato.
En el reparto destaca Mark Wahlberg en uno de esos papeles donde funciona a la perfección. Un actor que a pesar de perder un tanto el brillo de estrella que se le auguraba se ha especializado en estos roles de tipo combativo que lucha contra las adversidades. Le acompañan algunos secundarios de rancio abolengo como Paul Guilfoyle, siempre eficaz y una Nathalie Emmanuel cuya carrera no termina de despegar tras su paso por “Juego de tronos”.
“Arthur” no pretende ser una cinta construida para trascender pero sí para ofrecernos un mensaje positivo. Además filmado con calidad, con una parte final trufada de emoción y donde toda la parte con el perro mejora el resto de la hora y tres cuartos de metraje, ya que sin el animal no pasaría de ser otro largometraje de gente pasando penalidades deportivas. Con “Arthur” se eleva en su categoría moral, aunque algunos puedan acusarla de “cursi”, ofreciéndonos un vehículo entretenido y con bastantes buenos momentos. Una forma perfecta de evadirnos de nuestra realidad, algo fundamental en el cine comercial, del cuál estamos ante una buena muestra.
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