Hoy os traigo un poema maravilloso de Edgar Allan Poe. Se trata de Ulalume. Un poema del autor americano, que describe una escena tórrida con una señorita. Que relata el acto sexual consumado en medio de un estado depresivo que es curiosamente censurado por ese ente oculto, Psique, que se encuentra en la mente de nuestro poeta.

Las referencias mitológicas de este bonito poema las tenéis aquí.

 

To… Ulalume: A Ballad – Edgar Allan Poe

 

The skies they were ashen and sober;
The leaves they were crispéd and sere—
The leaves they were withering and sere;
It was night in the lonesome October
Of my most immemorial year;
It was hard by the dim lake of Auber,
In the misty mid region of Weir—
It was down by the dank tarn of Auber,
In the ghoul-haunted woodland of Weir.

Here once, through an alley Titanic,
Of cypress, I roamed with my Soul—
Of cypress, with Psyche, my Soul.
These were days when my heart was volcanic
As the scoriac rivers that roll—
As the lavas that restlessly roll
Their sulphurous currents down Yaanek
In the ultimate climes of the pole—
That groan as they roll down Mount Yaanek
In the realms of the boreal pole.

Our talk had been serious and sober,
But our thoughts they were palsied and sere—
Our memories were treacherous and sere—
For we knew not the month was October,
And we marked not the night of the year—
(Ah, night of all nights in the year!)
We noted not the dim lake of Auber—
(Though once we had journeyed down here)—
We remembered not the dank tarn of Auber,
Nor the ghoul-haunted woodland of Weir.

And now, as the night was senescent
And star-dials pointed to morn—
As the star-dials hinted of morn—
At the end of our path a liquescent
And nebulous lustre was born,
Out of which a miraculous crescent
Arose with a duplicate horn—
Astarte’s bediamonded crescent
Distinct with its duplicate horn.

And I said—»She is warmer than Dian:
She rolls through an ether of sighs—
She revels in a region of sighs:
She has seen that the tears are not dry on
These cheeks, where the worm never dies,
And has come past the stars of the Lion
To point us the path to the skies—
To the Lethean peace of the skies—
Come up, in despite of the Lion,
To shine on us with her bright eyes—
Come up through the lair of the Lion,
With love in her luminous eyes.»

But Psyche, uplifting her finger,
Said—»Sadly this star I mistrust—
Her pallor I strangely mistrust:—
Oh, hasten! oh, let us not linger!
Oh, fly!—let us fly!—for we must.»
In terror she spoke, letting sink her
Wings till they trailed in the dust—
In agony sobbed, letting sink her
Plumes till they trailed in the dust—
Till they sorrowfully trailed in the dust.

I replied—»This is nothing but dreaming:
Let us on by this tremulous light!
Let us bathe in this crystalline light!
Its Sybilic splendor is beaming
With Hope and in Beauty to-night:—
See!—it flickers up the sky through the night!
Ah, we safely may trust to its gleaming,
And be sure it will lead us aright—
We safely may trust to a gleaming
That cannot but guide us aright,
Since it flickers up to Heaven through the night.»

Thus I pacified Psyche and kissed her,
And tempted her out of her gloom—
And conquered her scruples and gloom:
And we passed to the end of the vista,
But were stopped by the door of a tomb—
By the door of a legended tomb;
And I said—»What is written, sweet sister,
On the door of this legended tomb?»
She replied—»Ulalume—Ulalume—
‘Tis the vault of thy lost Ulalume!»

Then my heart it grew ashen and sober
As the leaves that were crispèd and sere—
As the leaves that were withering and sere,
And I cried—»It was surely October
On this very night of last year
That I journeyed—I journeyed down here—
That I brought a dread burden down here—
On this night of all nights in the year,
Oh, what demon has tempted me here?
Well I know, now, this dim lake of Auber—
This misty mid region of Weir—
Well I know, now, this dank tarn of Auber—
In the ghoul-haunted woodland of Weir.»

Said we, then—the two, then—»Ah, can it
Have been that the woodlandish ghouls—
The pitiful, the merciful ghouls—
To bar up our way and to ban it
From the secret that lies in these wolds—
From the thing that lies hidden in these wolds—
Had drawn up the spectre of a planet
From the limbo of lunary souls—
This sinfully scintillant planet
From the Hell of the planetary souls?»

 

 

A… Ulalume: Una balada – Edgar Allan Poe

 

Los cielos estaban cenicientos y serenos;
las hojas, crujientes y secas—
esas hojas marchitas y mustias;
era de noche en el solitario mes de octubre
de mi año más inmemorial;
fue duro, junto al sombrío lago de Auber,
en la brumosa mediana región de Weir,
estaba deprimido junto al frío y húmedo estanque de Auber,
en el fantasmagórico bosque de Weir.

Una vez aquí, por un callejón Titánico
de cipreses, deambulaba a pesar de mi Alma—
de cipreses, con Psique, mi Álma.
Eran días en que mi corazón era volcánico
como esos ríos cenizosos y rugosos que serpean—
como esas lavas que serpentean sin descanso
cuyas sulfurosas corrientes descienden por el Yaanek
en los extremos climas del polo—
que gimen mientras se desenrollan por el Monte Yaanek.

Nuestra charla era profunda y moderada,
sin embargo nuestros pensamientos estaban paralizados y grises—
nuestros recuerdos eran traicioneros y grises—
porque no sabíamos que era el mes de octubre
y no señalamos la noche de ese año—
(Ah, ¡la noche de todas las noches del año!)
No nos dimos cuenta de la oscuridad del lago de Auber—
(aunque una vez viajamos hasta aquí)—
No recordábamos el frío y húmedo estanque de Auber,
ni el fantasmagórico bosque de Weir.

A continuación, mientras la noche envejecía
y las esferas estelares señalaban al amanecer—
mientras las esferas estelares insinuaban la mañana—
al final de nuestro camino un fundente
y nebuloso esplendor surgió,
del que una milagrosa media luna
se alzó con un duplicado cuerno—
La media luna de Astarté,
inconfundible, con su duplicado cuerno.

Y pensé:— “Está más caliente que Dian:
se menea atravesando un éter de gemidos—
se deleita en un paraje de sollozos:
ha visto que las lágrimas no se secan sobre
esas nalgas, donde el gusanito nunca muere,
y ha llegado más allá de las estrellas del León
para señalarnos el camino hacia el cielo—
hacia la leteana paz del cielo—
Sube, a pesar del León,
para brillar encima con sus vivarachos ojos—
sube por la guarida del León,
con el amor en sus luminosos ojos.”

Pero Psique, levantando su dedo,
pensó— “Desdichadamente de esta estrella desconfío—
de su palidez extrañamente desconfío: —
Oh, ¡premura! Oh, ¡no nos entretengamos!
Oh, ¡vuela! — ¡volemos! Porque debemos hacerlo.”
Dijo ella aterrorizada, dejando caer sus
alas hasta que se arrastraron por la tierra—
lloraba agonizando, dejando caer sus
plumas hasta que se arrastraron por la tierra—
hasta que dolorosamente se arrastraron por la tierra—

Yo respondí— “Esto nada es sino un sueño:
¡Déjanos seguir con esta temblorosa luz!
¡Permite que nos bañemos en esta cristalina luz!
Su fulgor sibilino resplandece
de esperanza y belleza esta noche: —
¡Mira! — ¡parpadea en el cielo atravesando la noche!
Ah, podemos confiar con seguridad en su brillo,
y ten la seguridad de que nos guiará por el buen camino—
podemos confiar con seguridad en un resplandor
que no puede sino guiarnos correctamente,
ya que parpadea en el cielo atravesando la noche.”

De este modo apacigüé a Psique y la besé,
y la tenté a salir de su pesimismo—
y vencí a sus escrúpulos y pesadumbre:
y pasamos al final de la escena,
aunque nos detuvimos junto a la entrada de una tumba—
junto a la entrada de una legendaria tumba;
y pensé — “¿Qué pone, dulce hermana
sobre la entrada de esta legendaria tumba?”
Ella contestó — “Ulalume — Ulalume —
¡Es la bóveda de tu perdida Ulalume!”

Entonces mi corazón volviose ceniciento y sereno
mientras las hojas que crujían secas—
mientras esas hojas que se marchitaban secas,
y lloré— “Era seguramente octubre
en esta misma noche del año pasado
en que viajé —Viajé hasta aquí—
en la que traje una horrible carga hasta aquí—
En esta noche de todas las noches del año,
oh ¿qué demonio me ha tentado hasta aquí?
Bueno, lo sé, ya, este oscuro lago de Auber—
Esta brumosa mediana región de Weir—
Bien, lo sé, ahora, este húmedo y oscuro estanque de Auber—
en el fantasmagórico bosque de Weir.”

Pensamos, entonces —los dos, además —“Ah, ¿puede
haber sido que los demonios del bosque—
los piadosos, los misericordiosos demonios—
para imposibilitar nuestro camino y excluirlo
del secreto que descansa en esas colinas—
hayan establecido la amenaza de un planeta
desde el limbo de las almas lunáticas—
este planeta pecaminosamente centelleante
desde el Infierno de esas planetarias almas?

by: Angel

by: Angel

Melómano desde antes de nacer, me divierto traduciendo canciones y poesía. Me gusta escribir. Soy un eterno aprendiz y bebo de casi todos estilos musicales, pero con el buen rock alternativo me derrito.

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