Llevaban desde mediados de los noventa cuando ganaron el Oscar como mejor guion original por “El indomable Will Hunting” sin escribir juntos Matt Damon y Ben Affleck. En esta ocasión, con la ayuda de Nicole Holofcener, han ideado un “libreto” de esos llamados “militante” camuflado bajo épica historia de aventuras y acción en la Edad Media, dividido en un pequeño prólogo, tres actos y un espectacular desenlace. Una obra que de sentirla importante es probable que hubiese dirigido el propio Affleck aunque entendemos que su nuevo estatus de estrella en Hollywood ha mitigado su faceta como realizador (más interesante que como intérprete).
Para la ocasión han elegido a Ridley Scott, con el que Damon ya trabajó en la interesante «Marte». Un director de amplia carrera, con clásicos atemporales y absolutos fiascos, hábil en conseguir cumplir plazos y presupuestos (cosa fundamental en superproducciones) y que al no haber escrito una línea en ninguna de sus películas es perfecto para encargarle casi cualquier proyecto de cierta envergadura. Su labor la cumple a la perfección teniendo “El último duelo” un empaque visual admirable, lleno de claroscuros como metáfora de lo que se nos narra, unos interiores iluminados con velas logrados que nos recuerdan a aquellos que logró Kubrick en “Barry Lyndon” y un sentido de la espectacularidad en el combate digno de encomio al nivel de una de sus joyas como “Gladiator”. En esa parte la labor de Scott es irreprochable.
El problema de “El último duelo” es su duración y su excesivo maniqueísmo, cercano al panfleto. Ya desde el inicio, en vez de explicar que está basado en una novela la leyenda francesa se nos hace pasar por verdad y en su narración basada en tres puntos de vista se nos ofrece el último como el único cierto. Una solución que ideó Kurosawa en “Rashomon” y que luego homenajeó Arthur Penn en la estimable “Cuatro confesiones” aunque lo que lograban ambas con este tipo de trama es la relatividad de los conceptos de verdad y mentira según quien lo esté contando. Aquí no, lo que sucedió en realidad es la visión femenina mientras que las masculinas están sesgadas por la cólera del marido y los códigos románticos del enamorado rival. Y todo rodado repitiendo la estructura narrativa con algunas, y ligeras, variaciones, lo que acaba subiendo el minutaje hasta las excesivas más de dos horas y media de duración.
Ridley Scott no tiene problemas en ofrecernos su visión histórica donde las mujeres han sido sometidas por los hombres o el patriarcado desde tiempos inmemorariales, con la crítica a la iglesia como “punta de lanza” en la opresión femenina. Una obsesión en su filmografía desde la muerte de su hermano Tony que llega al paroxismo en productos fallidos como «Exodus: dioses y reyes» o “El reino de los cielos” donde se enfatizaba la superioridad intelectual y moral del islamismo sobre el cristianismo. De hecho, un tanto hay de esta última cinta en “El último duelo”, como podemos encontrar referencias a su “opera prima” “Los duelistas” o como mencionamos algo más arriba de “Gladiator”, sobre todo en su largo desenlace con el combate a muerte, sin duda lo mejor del filme.
En el capítulo artística buen trío protagonista con Jodie Comer de estrella absoluta en el último tercio, dando buena réplica a un Matt Damon y un Adam Driver convincentes, bajo la maravillosa fotografía de Darius Wolski (otro de los puntos más destacados) y la “machacona” banda sonora de Harry Gregson- Williams a lo Hans Zimmer“ y que dejan a “El último duelo” en un punto medio dentro de la larguísima trayectoria en la industria de Ridley Scott. Muy por detrás de sus mejores obras pero que supera los mayores desaguisados de su carrera (y en los últimos tiempos hay alguno). Eso sí, en el debe negativo la cinta pasará a la historia como el mayor descalabro financiero de Scott. Quizás haya algo de verdad en sus críticas al público o puede ser que dos horas y media de discurso militante y estructura repetida no convenza ni a los mayores seguidores de las corrientes “woke” estadounidenses. A saber.
0 comentarios