La pasión es un arma de doble sentido capaz a su vez de proporcionar una fuerza descomunal pero también de obstruir el criterio con la más oscura de las cegueras. ¿Donde reside el termino medio?. A mi no preguntadme. Voy a escurrir el bulto porque haciendo uso de mi obsoleta educación de colegio religioso, el que ande libre de pecado que tire la primera piedra, y afine la punteria si va a hacerlo. Una vez que uno deja atrás la pesada carga de lastrar aquello que considera que al final no pasará de un efímero instante al que se lleva lejos el siguiente e inmisericorde golpe de segundero, cabe centrarse en aquellos que si se aferran a la desigual lucha contra un panorama musical convertido en devorador de almas donde las apuestas altas cada vez tienen más opciones de de no ser recompensadas por muy buena que sea las cartas, ya que en la desidia siempre gana la banca.
Aún así, este que escribe se niega a disolverse y entregar sus armas. Afortunadamente, aquellos realmente importantes dentro de esta ecuación de melodías. Puede que hoy me haya levantado con una visión menos optimista de lo habitual, algo queos aseguro que no convierto en ritual porque no pierdo la fe. Como un rayo de luz que revienta las persianas para disiparvla opacidad taladra mi cabeza “Gaugamela”, canción que abre el nuevo disco de los mallorquines Queen Marsa, su segundo trabajo después de un e.p. editado en 2020. Ellos definen su música como un cruce de caminos entre el hard rock de los 70 y los sonidos que parió Seattle – como centro de la eclosión – en los 90. Podriamos definir a Queen Marsa como alumnos aventajados de Alice in Chains o Soundgarden si tomamos como medida de prevención esa forma de entender el hard rock de corte clásico con guitarras hirientes pero a la vez echar manos de los efluvios que conquistaron el mundo durante una parte de los 90 al escuchar canciones como la «Gaugamela», «The trick is you don’t mind» o «Made for lovers».
Pero cuidado, porque también toman forma en mi mente los tiempos en que gente como Junkyard o Circus of Power comprendían que el hard que se había fraguado en L.A. podía ser a su vez oscuro e infeccioso, árido a la vez que melódico que presentan con «I am the land», «Treat me like you do» o «Outlaw on the run» y su adictivo estribillo. Sin lugar a dudas, «I am the land» es un cañonazo de hard rock que puede navegar sin problemas por multitud de mares a causa de su capacidad para conjugar influencias y adaptarlas de manera que sea capaz de atraer la atención tanto del seguidor del hard rock más clásico o enraizado en su propuesta más dura junto con aquel que intuyó el camino a partir de los 90.
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