En alguna otra ocasión hemos hablado en esta sección gastronómica de las bondades de la ciudad de Sanlúcar de Barrameda en la provincia de Cádiz. Huerta, pescados y mariscos de enorme calidad que se pueden degustar en la zona de Bajo de Guía, junto a la desembocadura del Guadalquivir, en su Puerto de Bonanza o alrededor del Mercado de Abastos. Y a esta última localización nos trasladamos en este Rincón del Gourmet. En concreto, a la Plaza del Cabildo donde se asienta uno de los locales más famosos en esta localidad gaditana. No podemos hablar de otro que de Casa Balbino.
Se definen como una taberna típica sanluqueña, algo con lo que estamos de acuerdo. Mariscos y pescados (también algo de carne), fritos de envergadura y guisos de toda la vida es lo que va buscando el comensal. Un producto bien elaborado y con algunas recetas sorprendentes. El interior de Balbino no es demasiado grande y lo normal es acabar sentado en taburetes altos o de pie ante botas de vino que sirven como mesa. También cuentan con una amplia terraza donde comer más relajado, con el añadido de unos aspersores con agua para mitigar el calor. Algo normal en los meses de verano por estas latitudes.
Quizás no sea el sitio más cómodo ni el más elegante pero la comida lo merece. Y más si contamos con un personal profesional, rápido y atento. Hemos visitado el restaurante en múltiples ocasiones pero hoy hablaremos del último almuerzo, algo que debía aparecer por esta sección.
Tras unas primeras cervezas mientras pensábamos que pedir, descubrimos con agrado que incluso sentado se pueden pedir tapas, además de las medias y raciones. Algo que en un nombre de esta categoría nos congratula porque eso implica que sus responsables lo que desean es cumplir con sus clientes, que salgan satisfechos y puedan probar sus platos no buscando la mayor rentabilidad. Se lo agradecemos.
Como todo lo pedido iba a girar en torno al litoral, decidimos maridarlo con la manzanilla propia de Sanlúcar, con ese intenso aroma que dota la cercanía del mar a la uva Palomina Fino. Ellos tienen la suya propia, procedente de las Bodegas de Elías González, por lo que es la mejor opción y por la que nos decantamos.
El primer bocado llegó en forma de arroz marinero, platillo que sólo hacen los domingos. Bien de punto el arroz y buen fondo de pescado y marisco. Estaba bueno pero los hemos comido mejores en la misma villa. Nos gustó pero preferimos el sabor del salpicón de marisco, compuesto de tomate aliñado, langostinos y trozos de pescado. Soberbio.
Tanto como las coquinas, esa almeja plana de las costas oceánicas del sur. La ración estaba compuesta por las llamadas “coquinas de fango”, más grandes que las llamadas “coquinas de Huelva”. Presentadas al ajillo en un guiso de aceite y manzanilla, nos colmaron tanto de textura del bivalvo como de sabor en la salsa que invitaba a mojar pan.
El anterior era un guiso de diez pero nos descubrimos ante el de atún al ajillo con patatas fritas (por supuesto caseras). Toque de guindilla y la sapiencia de muchos años. Original en su simplicidad, con los buenos trozos del túnido bajo otra salsa maravillosa. Simplemente genial.
Y de Balbino no hay que irse sin probar sus fritos. Celebérrimas son sus tortillas de camarones, quizás las mejores que existan. Normal que el emérito Rey Juan Carlos I siempre las pidiese en sus viajes por la zona. No se le pueden poner pegas, bien despachadas de camarones, masa perfecta con su harina de garbanzos, perejil y un buen tamaño. Casi parece más una tortita que una tortilla. Sólo las puede igualar las hechas en casa por manos expertas. Por ejemplo, las de mi suegra fritas al estilo “cañailla” como denominan a los vecinos de la cercana San Fernando. Un espectáculo.
Pero es que aún hay más porque consiguieron sorprendernos con el cazón empanado, plato que a pesar de llevar viviendo en Cádiz desde el 2007 nunca había probado. Empanado el mero pero el cazón siempre con o sin adobo frito o a la plancha. Espectacular. Para coronar esta parte pedimos las croquetas de marisco y nada malo se puede decir de ellas. Son excelentes.
Para rematar atacamos a una hermosa brocheta de pescado. Buenos trozos de rosada y verduras (pimiento, cebolla y tomate) con una salsa tártara para acompañar. No era necesaria porque el pescado estaba bueno y el toque de brasa el adecuado. Un gran remate a un lugar que recomendaremos siempre aunque los fines de semana toque esperar a que te den de comer pues no reservan.
0 comentarios