Es de agradecer que Alice Cooper siga teniendo el valor y coraje de seguir sacando discos pues recordemos que el señor Vincent Damon Furnier cuenta ya con setenta y cinco inviernos a sus espaldas. Lp’s que salen con cierta regularidad pues los dos últimos larga duración fueron el “Paranormal” del 2017 y el «Detroit stories» de hace un par de años, a lo que hay que sumar un EP y algunos en directo.
El caso es que “Road” es un trabajo que no creo que a estas alturas vaya a sorprender a nadie. Hard rock de toda la vida, el que lleva componiendo desde los setenta. Quien espere himnos como los compuestos en el pasado supongo que quedará decepcionado pero nos parece un dico más que digno, una obra conceptual que gira en torno al culto a la personalidad de su líder, al del grupo y sus viajes por carretera como hábitat natural del músico.
Y para ello cuenta con la formación más estable que ha tenido el de Detroit desde hace años, con una producción de Bob Ezrin donde dominan las guitarras y el sonido descarnado, ya que apenas hay efectos de sintetizador ni nada del mismo tenor. Ya las seis cuerdas tiene un equipo espectacular con Ryan Roxie, Nita Strauss y Tommy Henrikssen, junto a la base rítmica de bajo y batería de Chuck Garric y Glen Sobel.
Un “Road” que comienza con toda una declaración de principios, chula y egocéntrica como es “I’m Alice”, primer sencillo del álbum, tema compuesto por Mr. Coop, Roxie, Ezrin y Kee Marcello. Pegadizo y perfecto para conciertos. No inventa la pólvora (eso ya lo ha hecho en su anterior trayectoria) pero funciona tanto en el riff, la letra o el solo.
“Welcome to the show” es otro corte directo, con buenos coros y estribillo que puede servir de apertura a la próxima gira. Y a buen seguro que por temas de edad no quedan muchas de la “Bruja Negra”.
“All over the world” es una historia pura de carretera, tanto en letra como en melodía. Habla de las giras y de los viajes a través del mundo. Sigue manteniendo el tono y un correcto estribillo. Además a las guitarras se suman unas trompetas que quedan resultonas. Puro rock americano.
“Dead don´t dance” es más rápido, con un toque industrial en la percusión y algún riff de guitarra que nos recuerda a Rob Zombie.
Más música desértica con “Go away”, con un riff fronterizo de hard rock clásico para hablar de una seguidora impresentable y acosadora. Otro gran estribillo, una constante en este “Road” que sin tener un tema memorable en los cinco primeros tampoco tiene material de derribo.
“White line Frankenstein” tiene la colaboración de Tom Morello. Se nota su pedal y forma de tocar las seis cuerdas. Otro interesante riff, Alice Cooper casi hablando en las estrofas y un estribillo que nos recuerda a otro de título similar como “Feed my Frankenstein” aunque en esta se habla de un camionero psicópata, como el de “El diablo sobre ruedas” de Spielberg.
“Big boots” es una melodía simple, con un piano a lo “I wanna be your dog” de Iggy Pop, coros y una letra sobre una camarera que no es que salga demasiado empoderada. Música de otro tiempo.
“Rules of the road” es un canto rockanrollero dando consejos a las nuevas formaciones. Rápido y casi hablado donde, incluso, enumera esa gratuita experiencia de tantos años. Sonido en el solo a lo ZZ Top.
“The big goodbye” es un amago a la retirada (suponemos que no tardará demasiado por temas de edad) de una persona que, como escuché a un veterano de la salsa como Rubén Blades, tiene más pasado que futuro. Aun así otro buen corte. Nos gustan los coros en el estribillo final.
En “Road rats forever” da más protagonismo a la batería y una voz más clásica y menos rota. De hecho todo nos recuerda a tiempos pretéritos, setenteros para ser más precisos. Vuelve a aparecer el piano tocado en una sola nota.
“Baby please don’t go” es un medio tiempo o balada marca de la casa donde vuelve a entonar de forma distinta. Rock suave e intimista que guarda ciertas similitudes con el Bon Jovi de «2020» aunque la voz de Vincent Damon Furnier sea menos batrácica que la del de Nueva Jersey.
“100 more miles” es la canción más siniestra del álbum, entonada al inicio casi a lo Tom Waits, con ese toque cabaretero que le ha hecho célebre a Alice Cooper. Escuchamos los únicos toques de sintetizador y unas guitarras menos protagonistas y bastante más oscuras.
Sorpresa final con una versión a su estilo del “Magic Bus”, mítico tema de Pete Townshend para The Who. Una rareza para finalizar un “Road” no carente de atractivo, con momentos notables aunque no aporte nada nuevo. Un disco hecho para sus seguidores de siempre y lejos del rock moderno o alternativo. Y hay veces que lo de siempre es mejor que innovar sin sentido. Más cuando se tiene la friolera de setenta y cinco años.
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