Una noche especial esta del Tío Pepe Festival que abría la IX edición de uno de los eventos más importantes del verano en la provincia de Cádiz. De nuevo, como en los últimos años, emplazamiento de ensueño en las Bodegas Las Copas, propiedad de González Byass, engalanada para la ocasión y donde desde su temprana apertura, más de dos horas antes, ofrece la posibilidad de picar algo o tomarse un fino (por supuesto, Tío Pepe) o un Croft Twist, una variación refrescante del “rebujito” que vimos ser bebido por una parte importante de los presentes y hacerse fotos en su photo call en pareja o con las célebres azafatas del festival, con su vestuario y sombrero corporativo de la marca. Cosas que consigan que el Tío Pepe sea un festival especial.
En esta primera entrega en la Bodega Las Copas llegaba uno de los “platos fuertes” como es Rubén Blades, uno de los nombres fundamentales de la salsa, ganador de infinitos premios y cuyas letras le han convertido en el poeta o el intelectual de este tipo de música bailable. Además no llegaba solo pues se acompaña con una Big Band de veinte músicos, dirigida por Roberto Delgado y donde destaca su cuádruple percusión o una amplia sección de viento de calidad impresionante. Cosa que se pudo ver desde la introducción orquestal con “Mambo Gil”, el inmortal tema de Tito Puente con el Blades suele comenzar sus actuaciones.
Y suele ser la única concesión a lo obvio pues en casi todos sus conciertos varía el repertorio casi en su totalidad pues aunque repite canciones (aunque en orden diferente) es tal su magnitud en cincuenta años de carrera que en una duración de más de dos horas y cuarenta y cinco minutos puede rescatar unas piezas y olvidar otras. Así pasó al comenzar con “Decisiones”, canción prohibida en la dictadura de Panamá del General Torrijos aunque hay que recordar que Blades acabó siendo ministro de turismo en la legislatura de su hijo Martín Torrijos.
Un set list que continuaba con “Juan Pachanga” que consigue que se vean los primeros bailes en las esquinas del recinto de un público entregado, en un escenario amplio con pantalla trasera con imágenes e infografías y dos laterales con primeros planos de los protagonistas de la velada. Tras “las calles” llega la primera canción de su etapa más recordada junto a Willie Colón con “Te están buscando”, donde podemos observar la ayuda de Rubén Blades con unas maracas con los colores de la bandera de Panamá. Toda la orquesta y Blades no eran las únicas personas del país centroamericano pues se pudieron ver algunas banderas de residentes en Jerez, la provincia o alrededores junto al mismísimo cónsul panameño, lo cual recordó un emocionado Rubén Blades que además de cantar de impresión pasados los setenta años, habla de maravilla con unos parlamentos de antología sobre la vida, la muerte, el éxito, el fracaso o por qué muchos de sus temas están influidos por las temáticas sociales aunque no por ninguna ideología pues eso sería hacer propaganda.
Tras algún guiño a la cuidad de Jerez cambiando alguna letra, el espectáculo continuaba con ese homenaje a los esclavos que llenaron América en el siglo XVIII con “Plantación adentro” y su sentido homenaje a la gente de Venezuela con “María Lionza” de quizás su más reputado disco “Siembra” del que nos contó que en un concierto en Puerto Rico fue tocado en su integridad, dentro de sus ¡nada menos! que cinco horas y media de duración (el más largo en el mundo de la salsa). Continuaba con la divertida letra con doble sentido de “Buscando guayaba” y un emotivo momento con “En esa casa” hablando de cómo la salsa, a pesar de ser música bailable, puede servir para transformar el mundo comentando como en los años cincuenta se colgó a un chico negro por guiñar un ojo a una blanca en Mississippi mientras que en Nueva York se tuvo que aceptar bailes de parejas interraciales a ritmo de salsa. Temas sociales con esos valores de transformación pues “En esa casa” habla sobre los feminicidios.
Por cosas como esta se demuestra que asistir a un concierto de Rubén Blades es algo más que escuchar o bailar ritmos de salsa, pues acompaña esas letras profundas pero es que además la banda que le acompaña en esta gira de Salswing elevan el tono con numerosos pasajes instrumentales que unen la salsa con el swing y el jazz, con la Big Band de un Roberto Delgado en un lateral a la guitarra y con las partituras, la percusión en primera línea en el centro, arriba el viento metal y en la esquina contraria los dos teclados.
Seguía la magia con “Amor y control”, dedicada a su fallecida madre tras pasar un cáncer donde impresionan los coros de la Roberto Delgado Big Band, toda una constante en la noche, “Todos vuelven” que sigue hablando sobre el fallecimiento de personas, “Arallué”, una de sus primeras composiciones con Ray Barretto y una de las pocas que ha escrito en primera persona como es “Paula C”.
Y en ese instante ocurrió un momento inolvidable pues al ser unos minutos pasadas las doce de la noche, se paró el concierto pues el público en masa le empezó a cantar a Rubén Blades el cumpleaños feliz, cosa que fue continuada por la orquesta y finalmente entró en el escenario una azafata del Tío Pepe con una tarta con velas. Blades agradeció el gesto. Un agradecimiento que antes había expresado con la importancia de decir esa palabra: gracias. Gracias al público, a su banda, a los técnicos, al festival, ya que explicó que conocía el Tío Pepe por el “trago” y que no olvidaría a partir de ahora el festival, a España por haberle acogido tan bien, a la gente de Panamá que se había desplazado. Nosotros le agradecemos su entrega, su música y seguir “al pie del cañón” en esta noche jerezana donde cumplía setenta y cinco años. Una edad, en palabras de Blades donde se tiene mucho más pasado que futuro.
Tras el “cumpleaños feliz”, concesión al presente con “Canto niche”, un bolero como “Apóyate en mi alma”, “Ligia Elena” donde contó una anécdota de su concierto de cinco horas y media en Puerto Rico donde una señora le recordó que no la tocaron, “Sin tu cariño”, un “parao” que fue cantado con un gusto y elegancia a la altura de pocos cantantes.
Y llegó el momento esperado por todos con “Pedro Navaja”, melodía que sufrió la incomprensión de los responsables de Fania Records que creían que era anticomercial por su duración, algo que la emparenta con el “Bohemian Rhapsody” de Queen que sufrió la misma opinión para los directivos de su discográfica. Monumentos de la música que a Rubén Blades le han convertido en leyenda, por lo que este concierto en el Tío pepe Festival de Jerez de la Frontera hay que tomarlo así, con la sensación de estar ante algo y alguien importante. Ante un “tótem” musical.
Dos horas y cuarenta y cinco minutos que terminaron con los bises de “Maestra vida” donde nos confesó que no tiene miedo a la muerte y un canto a la hispanidad, como se podía ver en las banderas de la pantalla trasera, con “Patria”. Una noche para el recuerdo.
Fotografías: Adrián Fatou (Cortesía de Tío Pepe Festival)
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