¿Se puede hablar con el sonido? Creo que sí. Que la música nos cuenta cosas; cosas tristes, alegres, rabiosas, nostálgicas, otras veces. El corazón tiene mucha más memoria que el intelecto, y los oídos abiertos todo el tiempo. Por eso, las canciones que nos gustan, se nos graban aunque no queramos; aunque no seamos músicos.
Pasan a formar parte del álbum de nuestra vida. Un álbum que repasaremos cuando seamos viejos y nos queramos embriagar de recuerdos, antes de despedirnos de esta vida viva, que nos obliga a marcharnos sin poder evitarlo.
Quizá este encuentro de las almas que la música provoca, se reproduzca luego en la eternidad. Por lo que no tengáis miedo a sentir. Esos nervios en el estómago, esa sensación de ansiedad, es que estáis procesando con el corazón. Haceos caso, entonces. Escuchaos bien, no eludáis esos momentos de autoconocimiento.
Unos momentos que John Serrano nos propone. Un viaje emocional, oscuramente luminoso que nos lleva por esos sentimientos que la vida nos pone delante, y que masterizamos, luego, en la mesa de mezclas de la personalidad para tocar nuestra propia canción. La de nuestro verdadero ser y estar en el mundo.
Como es el caso de Old Boy. Un trayecto en un tren lento donde por la ventana vemos las fotografías de nuestra infancia. Una canción nostálgica como el rosa del crepúsculo en el mar. Como el rosa de la niñez, de los buenos sentimientos. Pero este disco no sigue una lógica, no es intelectual, sino creativo. Está hecho con el corazón, por eso cada melodía tiene su propio tono y color.
Los(H)er, suena esta vez más profunda, compensada, con esos ecos visibles. Ya no se esconden, si no que participan del mismo protagonismo en la parte de delante del escenario sonoro que nos propone el artista. Al igual que la voz se escucha más clara, más nítida. Como si jugase revoloteando con los instrumentos. Es la tristeza, esta vez. Imagino que alguna vez habrás perdido en tu vida.
Feel the Love, comienza con un bajo sintético demoledor. Una canción puramente techno, con una voz robótica que se abre paso entre las corcheas y los silencios, de manera que rompe aleatoriamente la melodía, haciendo que el tempo no siga un orden preestablecido y cabal. Algo que es característico en las canciones de John Serrano. Lo que hace que te las quieras poner otra vez, cuanto antes, para escuchar tal o cual matiz. Como esas maravillosas guitarras de Raúl Lupiañez en Rock Bottom. La cuarta canción de este trabajo, que comienza con un bajo sintético que retumba en el pecho, para dar paso a la voz de John; de la que nos alegramos por el hecho de que vuelva a notarse en nuestro interior, como esa nostálgica playa de la infancia.
Aunque en Mexico/Texas, se puede percibir de manera clara cómo esa voz está entre dos sogas de la que tiran la oscuridad y la luz; provocando un sonido luminoso, goteante y estridente, entre el que John se debate con la mano tendida, para no ser diluido entre la masa.
La sexta y penúltima melodía es otra galleta del surtido Cuétara que es este disco. Y lo bueno es que hay dos pisos. Into Oblivion. De nuevo ese bajo sintético que ha tomado más protagonismo en esta producción, y que se mete dentro de tu cuerpo, yendo al unísono con la voz; sin que pierdan notoriedad ninguno de los dos. Una voz discreta, pero no escondida, con un groove profundo que hace que se abra un agujero en el espacio tiempo, donde el susodicho protagonista cae, cerrándose este, al final.
Tenemos ante nosotros un álbum muy ameno con registros diferentes, que a su final, acaba creando un bucle de silencio que hace que echemos de menos a su autor. La bonita Anthem for the End of the World es una melodía fresca y jazzística con la que nuestro artista, al piano, acaba cabizbajo y puño en alto. Tócala otra vez, John.
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