El antaño “Rey Midas” de Hollywood sigue en activo dirigiendo de una forma que pocos directores en la actualidad pueden hacer (salvo Clint Eastswood y Martin Scorsese). Representan otra época donde los planos duraban más, los movimientos de cámara eran indispensables para generar emociones en el espectador y se aunaba con brillantez la puesta en escena del cine de autor con el sentido de lo comercial. Además desde la fallida “Mi amigo el gigante”, sus últimas producciones son magníficas, tanto «Los archivos del Pentágono», como «Ready player one» y su visión de «West Side Story» elevan el cine a la categoría de arte.

Lástima que en estos tiempos convulsos el drama orientado para adultos esté de “capa caída” e incluso un “tótem” como Spielberg no tenga el rédito económico del pasado y tanto “West Side Story” como esta “Los Fabelman” no hayan funcionado en taquilla. Quizás es cine de otro tiempo, menos infantilizado aunque al propio Spielberg se le achacó eso hace décadas cuando barría las carteleras con propuestas tan espectaculares como “En busca del arca perdida” o “E.T., el extraterrestre”. Pero al ver “Los Fabelman” uno sólo puede descubrirse ante el talento de un cineasta con mayúsculas, alguien que cuando deje de dirigir se le echará de menos por su innegable talento y su todavía excelsa figura y renovadora en la historia del cine.

Con esta consigue su novena nominación al Oscar como mejor director (ganó con “La lista de Schnidler” y “Salvar al soldado Ryan”) y primera como guionista (al alimón con Tony Kushner) con este ejercicio autobiográfico de nostalgia donde no sólo se nos cuenta un muestrario de anécdotas de cómo comenzó su carrera sino que nos ofrece un espectacular drama, con multitud de golpes de comedia, sobre la soledad del artista y los diferentes puntos de vista vitales que separan el arte y la ciencia que quedan matizados en algunas maravillosas secuencias como la cena para presentar a la novia del instituto, la visita del tío Boris, el inenarrable final con John Ford o la apuesta de la madre por vivir su amor verdadero dejando todo atrás. Así buceamos por el pasado del maestro estadounidense con una primera escena que refleja el amor a “primera vista” por el séptimo arte cuando sus padres le llevan a ver “El mayor espectáculo del mundo” de Cecil B. De Mille. Algo tan mágico en un niño que solamente se había visto tan bien plasmado en una escena similar de “Días de radio” de Woody Allen cuando su tía le lleva a uno de los grandes cines del centro de Nueva York. Aquí no hay las grandes avenidas de la “Gran Manzana” y pasamos de Nueva Jersey a Phoenix para acabar en Los Ángeles. Y todo narrado en dos horas y media de absoluto disfrute, con la calidad de sus  técnicos de siempre, con la milimétrica fotografía de Janusz Kaminski, la edición de Michael Kahn (acompañado de Sarah Brosar) o la banda sonora de John Williams quien ha anunciado que esta será su última música para el cine, lo que le otorga un punto más para ver “Los Fabelman”.

Y esta vez sin un reparto de estrellas pero donde todos los intérpretes están soberbios encabezados por esa espectacular madre que encarna Michelle Williams, el descubrimiento de Gabriel LaBelle, en conflicto con su comprensivo padre en la piel de Paul Dano, una constante la relación paterno- filial en la filmografía de Spielberg. Entre los secundarios importante es Seth Rogen, Keeley Karsten, Julia Butters, Oakes Fegley y Chloe East (veremos cuantos de entre los jóvenes consiguen una gran carrera en el cine) y mención aparte para las breves pero inolvidables secuencias de Judd Hirsch y un imposible David Lynch convertido en John Ford. Mágica, muy mágica este “Los Fabelman”, un homenaje al cine, a perseguir los sueños y a un oficio que lo más normal es que te destroce pero que consigue que la visión individual sea la colectiva y que un abusador pueda acabar llorando y pidiendo perdón por ser como es. Otro pedazo de historia el construido por el enorme Steven Spielberg.

Los Fabelman

by: Jose Luis Diez

by: Jose Luis Diez

Cinéfilo y cinéfago, lector voraz, amante del rock y la ópera y ensayista y documentalista con escaso éxito que intenta exorcizar sus demonios interiores en su blog personal el curioso observador

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