El séptimo arte debe mucho a Steven Spielberg, uno de los renovadores del llamado «New Hollywood» que consiguió cimentar un nuevo tipo cine, con nuevos temas y que revolucionaba la puesta en escena aunando calidad y rédito económico, como demuestra producciones como «Tiburón», «Encuentros en la tercera fase», la trilogía de Indiana Jones o «E.T., el extraterrestre», lo que le valió el título de «Rey Midas». Un cine de aventuras a la altura de casi ningún otro realizador en la década de los ochenta, lo que le permitió proyectos lejos de ese tipo de producciones consiguiendo sonados éxitos como «El color púrpura», «la lista de Schindler» o «Salvar al soldado Ryan». Pero como todo en esta vida los años traen «savia nueva», nuevo público y nuevos directores que sustituyen a los anteriores, lo que conlleva que el estadounidense haya perdido ese «estatus» de infalible con la taquilla, con fracasos a nivel artístico o económico en los últimos años como «Caballo de hierro», «Mi amigo el gigante» o «Las aventuras de Tintín».
Por suerte esta última temporada ha vuelto a traer al mejor Spielberg en ambas vertientes, como ha sido con los estrenos de «Los archivos del Pentágono» (como comentamos en su momento) y ahora con este «Ready player one», que nos retrotrae a esos tiempos donde su figura dominaba la industria, aprovechando este «revival» ochentero en el que vivimos tanto en la «pantalla grande» como en la pequeña, cuyo mejor exponente es la serie «Stranger things«. Y aquí es donde vemos más cómodo al director estadounidense, que ha vuelto a crear un producto maravilloso, mucho más que un ejercicio de nostalgia y con tintes de pasar a la posteridad dentro de su filmografía. A pesar, de ser un largometraje divertidísimo, con un ritmo fantástico, manteniendo la emoción durante las casi dos horas y cuarto de metraje, el filme contiene más que el puro escapismo. Un futuro distópico con un sombrío mundo, con carestía de recursos naturales y superpoblación, con una estética parecida a las películas de Neill Blomkamp, que hacen que la gente evada sus problemas con una utopía virtual, donde al fallecer su excéntrico creador dejará una serie de pistas para que quien las resuelva se convierta en su heredero universal, al estilo del Willy Wonka de «Charlie y la fábrica de chocolate». Allí convergerán los deseos de unos adolescentes, seguidores acérrimos del juego contra una oscura corporación que desea el poder y convertir en un monopolio el mundo del videojuego.
El argumento es lo de menos, con guion de Ernest Cline, basado en su novela, que sin estar ni mucho menos mal, mantiene los estereotipos de este tipo de aventuras, con buenos muy buenos y malos muy malos, donde el pueblo unido jamás será vencido y la unión hace la fuerza si esta viene desde el lado correcto, ya que lo hacen por pasión frente a la multitud contratada por la empresa que quiere el control y sus espúreas motivaciones. Suficiente para que Spielberg de un curso acelerado de como se cuenta una historia, mejorando el «libreto» y convirtiendo a «Ready player one» en una de las sorpresas de esta primera parte del 2018 y consiguiendo un resultado final espectacular, con secuencias espectaculares tanto en el mundo real como en el imaginario llamado «Oasis», donde sus técnicos de siempre siguen siendo poderosos aliados, tanto la fotografía de Janusz Kaminki o el montaje de Michael Kahn, aunque se echa en falta la banda sonora de John Williams, ya que la de Alan Silvestri no llega a la altura de las históricas compuestas por el autor de «La guerra de las galaxias». En el capítulo actoral, bien el reparto al completo desde los emergentes Tye Sheridan y Olivia Cooke (conocida por su papel en «Bates Motel»), como los veteranos Mark Rylance, convertido en un habitual de sus últimas películas o Simon Pegg.
Un largometraje para disfrutar y con vocación para trascender, que a buen seguro que creará una legión de seguidores. Una cinta para visionar en varias ocasiones buscando el detalle y las mil referencias cinéfilas, sobre todo de los 80 y 90 y con el que ese hombre que nunca creció llamado Steven Spielberg vuelve a congraciarse con su público, que esperaba algo como «Ready player one».
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