El doom metal gótico siempre ha dado un gran rendimiento desde la gran revolución que supusieron unos cuantos álbumes de Paradise Lost a mediados de los noventa. También desde el Reino Unido (aunque en esta ocasión del sur inglés y no de Halifax) llega Elderseer con su primer larga duración tras un Ep de 2018 titulado “Blind us as one”. Este “Drown in the swallowness” es la confirmación de los británicos dentro del metal extremo mezclando la crudeza y oscuridad del doom metal junto a melodías trabajadas en temas largos con la pesadez y cadencia propia de este subgénero del metal extremo con un predominio de los guturales aunque acompañado de voces limpias que quedan bien, sin llegar al nivel de Tomi Joutsen de Amorphis, auténtico estandarte en esto de los registros vocales opuestos.
Un disco que comienza con los más de nueve minutos de “Gildes shackless”, con una intro de más de dos minutos de riff pesado para entrar en la misma cadencia con los primeros guturales de Barry Copestake quien además es la segunda guitarra. Un segundo pasaje de guitarra y piano en la línea de Paradise Lost hasta que llega el primer momento de lucimiento de la guitarra solista de Vinny Konrad, finalizando de forma épica con voz melódica y protagonismo del sintetizador.
Y con una cadencia similar comienzan los siete minutos de “Under a dark sky”. Oscuridad, pesadez y cierto poso de melancolía tiñen un tema que posee interesantes melodías acompañada por una base rítmica de calado con Freddie French al bajo y la poderosa pegada de Darren Huckfield a la batería. Además el momento central sirve como un remanso de paz reflexivo, de estructura repetida en un “diminuendo” que funciona hasta la lógica subida de velocidad final. De nuevo, los apuntes de sintetizador confieren una atmósfera perfecta para lo que Elderseer pretende. Eso sí, no sabemos a quién se debe la ejecución por lo que nos tememos que en directo prescindirán de este instrumento, dedicándose, como otras cuantas formaciones a traer las bases grabadas. Esperemos equivocarnos pues es una constante en la actualidad en bandas donde los teclados tienen importancia.
Cosa que sucede en “This aesthetic life” pues antes del primer riff se nos presenta un preludio a piano que continua con la melódica voz de las estrofas que pasan a gutural en el puente y estribillo. De nuevo, calmada progresión pues nos vamos a más de siete minutos y medio de duración y unos cuantos guiños en el sonido de las seis cuerdas a las de Gregor Mc Kintosh de Paradise Lost que a partir de la mitad de la canción toman la “voz cantante”.
El tema homónimo es el más largo del “Drown in the swallowness” pues nos vamos a más de diez minutos. Así que, de nuevo, todo transcurre con cierta calma, con ritmos pesados, riffs machacones y cambios de ritmo, desde la intro de más de dos minutos, el reposo (a pesar de la voz en gutural) de las primeras estrofas que en un leve “crescendo” nos eleva en el puente y en un fantástico estribillo instrumental con la melodía a las seis cuerdas y un ambiente casi espacial en el sintetizador.
Como remate a este trabajo llegan los ocho minutos de “She is the ocean”, del mismo tenor que lo escuchado antes y que refleja a la perfección la portada del disco representado por una noche estrellada en un templo en ruinas presidida por la estatua, casi humana, de un monje con un sayón o túnica con capucha y un farol a su lado, sentado por una escalera de tres peldaños de mármol. Toda una declaración de intenciones que gustará a los amantes del doom metal. Bastante más que los del rock gótico.
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