Damien Chazelle me fascinó con su opera prima Whiplash (2014). Luego La La Land (2016) confirmó nuestras sospechas de que estábamos ante un gran director. Si bien El primer hombre (2018) supuso una importante decepción, yo tenía muchas esperanzas puestas en esta orgía llamada Babylon. Y debo reconocer que ha cubierto mis expectativas. Más allá de algunos anacronismos (que si no había tanta coca en las fiestas de los años 20, que si el peinado de Margot Robbie parece sacado de un videoclip de los 80) me parece que Damien Chazelle ha plasmado magistralmente ese loco Hollywood de finales de los años 20 del siglo pasado. Hace 100 años Hollywood era mucho más inocente, no estaba regido por algoritmos y se enfrentaba a su primera gran revolución: la llegada del sonoro. Puede parecer increíble a las nuevas generaciones, pero… sí, amigos, hubo un tiempo en el que las películas eran mudas y en blanco y negro. Y eran, por lo general, mucho mejores.

 Babylon no pretende ser una reconstrucción fidedigna de una época. Es un homenaje a esos primeros pasos del cine. A esas estrellas en ciernes que convivían con otras en su ocaso. Lo dicho, no pretende ser un documental sobre la época sino plasmar el espíritu de libertad que imperaba en aquella época. Damien Chazelle se sirve de unos actores en estado de gracia y una ambientación prodigiosa para narrar esta historia de auge y caída. Estas historias de cine dentro de cine siempre me resultan muy atractivas y más todavía cuando están narradas con el brío de Babylon. En vez de mirarse el ombligo, esta vez Hollywood busca en el armario y saca unos cuantos esqueletos a bailar. Todo ello en un film salvaje y exultante a partes iguales. Una gozada para los sentidos.

Babylon es un desaforado y excesivo homenaje al cine que, al menos a mí, no se me hizo pesado. Todo en Babylon es excesivo. Estamos ante una película desbordante que nos va contando el devenir de los personajes mientras la historia no pierde in un ápice de interés. Todos los arcos argumentales tienen interés y hay escenas implemente soberbias (la habitación de la coca, la serpiente, las fiestas, etc) que convierten a Babylon en un fascinante crisol. Chazelle juega con los excesos y lo escatológico pero no acaba de perder el norte (aunque lo parezca). Algo al alcance de muy pocos. De hecho, el caótico estilo narrativo me recordó al mejor Scorsese. Ni que decir que tanto la fotografía como el montaje son excelentes. 

 En la segunda mitad Chazelle levanta algo el pie del acelerador y muestra las consecuencias de tanta fiesta y el descenso a los infiernos de sus personajes. Babylon deja de ser lúdica y se convierte en una irregular pesadilla (el pasaje de Tobey Maguire es propio de un film de terror moderno). Un cambio que puede resultar un hueso demasiado duro para muchos espectadores. Debo destacar el trabajo de una sobresaliente Margot Robbie, quien se come la pantalla y da toda una lección en esta película. Me encantó la forma de presentar a su personaje (llegando en un coche) y la forma en la que desaparece en su última escena. Brad Pitt está perfecto en la piel de su decadente estrella que parece una mezcla de Errol Flynn, Douglas Fairbanks y Clark Gable. Pitt tiene el físico ideal para representar a estos míticos galanes del cine. Me gustó mucho la reflexión final sobre su personaje, un tipo dotado del don divino de gustar a la cámara aunque debe aceptar que todo don es pasajero. Respecto a Diego Calva, al que no conocía, me ha sorprendido gratamente.

 Debo hablar del final. Esos minutos finales de Babylon son puro cine, pura magia. Chazelle rinde homenaje a las grandes películas de la historia del cine en un genial torbellino de imágenes. Tampoco es nada nuevo, pero me emocionó. Desde los hermanos Lumiere a Avatar pasando por Un perro andaluz, Cantando bajo la lluvia o Jurassick park. Películas que nos han hecho soñar.

 Los únicos puntos débiles de Babylon pueden ser su desmesurada duración (no lo fue para mí) y una partitura de Justin Hurwitz que recuerda en exceso a su trabajo en La La Land. También el pasaje terrorífico en las catacumbas puede resultar algo fuera de lugar. A pesar de todo ello, a mí Babylon me gustó mucho y sigo teniendo fe en Damien Chazelle.

Babylon

by: Luis Cifer

by: Luis Cifer

Luis Cifer, nació en la ciudad del cierzo. Se dice que siempre viste negro, que Luis no es su nombre real y que duerme en la calle. Otros dicen que tiene un trabajo, que no bebe alcohol e incluso que es padre de familia, pero no hay nada confirmado. También se le puede encontrar en su blog de cine.

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