Tras el parón por la pandemia y su último trabajo presentado “A hundred years is nothing”, el sexteto sueco Hellsingland Underground regresa con nuevo material y este “Endless optimism” con el que siguen la buena línea iniciada hace cerca de quince años.
Una portada algo naif con una joven sosteniendo un cordero bajo tonalidades luminosas y un toque de surrealismo al fondo con unos cerdos y un león rugiendo en un bucólico pasaje montañoso encierran una buena muestra de lo que los escandinavos son capaces como se puede comprobar con los primeros acordes de guitarra en “Young & Dub”, al que acompañan unos toques machacones de piano como el de “I wanna be your dog” de Iggy Pop aunque las primeras estrofas también nos recuerden al de “Real wild child”. Aunque más que punk estemos ante un tema de puro sabor americano, con un Charlie Grandberg tan bien de voz como acostumbra. Una fabulosa forma de comenzar, con el añadido de un final guitarrero en la onda de Lynyrd Skynyrd.
Más rock & roll de calidad con “Red number one” en el que siguen transitando por áridos y arenosos caminos de Estados Unidos. Una suerte que muchas bandas nórdicas han visitado pues, de nuevo, los golpes al teclado pueden recordar (aunque ligeramente) a la de “By the grace of god” de Hellacopters. Aun así volvemos a obtener un corte rápido, algo melancólico pero positivo y agradable de escuchar.
Calmado, con el cierto reposo que le ofrece el piano comienza “Hustlin’ around”, otra canción que los acerca al rock sureño. Más que en los bosques de Hällsingland donde comenzaron su andadura viajamos con la menta al “Sweet home Alabama” o a otras regiones limítrofes de Norteamérica. Y es que no se puede obviar las reminiscencias de Lynyrd Skynyrd en esta tercera melodía, tan estupenda como las dos primeras.
“It started with a teardrop” nos ofrece un “riff” maravilloso, acompañado de guitarras dobladas con algún paralelismo a Thin Lizzy (lo que son palabras mayores) pero sin dejar de ser ellos. Además cuenta con un estribillo precioso, una base rítmica de envergadura y los golpes de piano dando color a la bella melodía.
“Born again” es la pieza más corta del álbum, quizás la que tiene notas más cómicas a medio tiempo entre el cabaret y el rock de los setenta. De nuevo, un estribillo acertado y un Charlie Grandberg acometiendo el tema con gusto y clase.
Más acelerado es “Old White man”, con el espíritu de Phil Lynott, de nuevo, merodeando en toda la composición. Otra melodía agradable, trabajada y que demuestra la calidad de una banda cada vez más engrasada, con gente del talento de Jerry Ask o Peter Henriksson.
Y así, casi sin darnos cuenta llegamos a la séptima canción con el medio tiempo “Strangers kind of mind”, otro corte de muchos quilates donde las guitarras toman el protagonismo acompañando a la voz de Grandberg. Ecos de otros tiempos, incluso notamos algunas notas tipo “A whiter shade of pale” de Procol Harum aunque con un punteo tipo Thin Lizzy.
Y esas voces del pasado, de la reflexión se mantienen en la desnuda guitarra acústica del inicio de “Time is elastic”, otro medio tiempo perfecto para escucharlo conduciendo por vacías carreteras secundarias, con unas guitarras que suenan apoteósicas en una tonada que se gusta y que contiene una progresión sonora de calidad (no en vano es el tema más largo del “Endless optimism”) con un final que parece más pensado para ser el tema de despedida pero que, a pesar de ello, nos ofrecen dos canciones más: “Big fish” que sin estar mal, no llega a la excelencia de muchas de sus hermanas en el Lp y “The univinted guest” que a golpe guitarrero, con alguna nota a lo Pearl Jam, sirve de colofón a un disco que nos devuelve a primera línea a una de las mejores formaciones del rock actual, cada vez menos “underground” y que con cada novedad discográfica va ganando más adeptos.
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