Vamos a contar una historia de heavy metal moderno. Mis coleguis los Ardi Beltza, cuatro (que son cinco) navarros que hacen música burra, pero que son buenísima gente, se van a ir a Vallecas. Ponen un precio de las entradas y le rezan a sus dioses paganos para que haya una venta anticipada suficiente, pero no. No van a amortizar gastos. La sala se juega el tipo y les dice que bajen de todas maneras. Con dos cojones. Pues, por suerte y de milagro, las fotos y los videos del concierto dan una asistencia notable. Vamos a poner un final feliz no contrastado: Ardi Beltza cubrieron gastos y se fueron con medio millón de euros de beneficio (cada uno). Es una cosa curiosa: puedes mandar (o recibir) una fotopolla del otro lado del mundo en décimas de segundo, pero que una banda de Pamplona baje a Vallecas es como si se fuera al otro lado del mundo. Mira que soy escritor, y mi sector está precioso, pero hay que ser valiente para tocar la guitarrita, o para tener una sala. Un, dos, tres… ¡Cinco balas!

 

https://youtu.be/yEvvg82EmXk

 

El camino de la guadaña. Empezamos por el single. Guitarras pesadas, influidos por sus paisanos Koma en Imagínatelos cagando o A hostia limpia. Tiene un poso Korn. Esta guitarra podría ser de Brian “Head” Welch. Las voces, guturales, clamando por la resistencia de los pueblos indígenas. Desde los denominados precolombinos a los indígenas de América del norte, pasando por Papúa Nueva Guinea y demás. Una reivindicación al olvido en que parece sumergirlos la historia, que la escriben los vencedores. Madre mía Euken, cerca del final deja su paso monolítico y tira de doble bombo reventando cajas.

En la espiral. Dialogo guitarrero. Un punteo muy Slipknot en los compases iniciales de Psychosocial, con riff pesado digno del Max Cavalera más cabreado. La voz, dejándose las cuerdas vocales, sobrepasa ese punteo a golpe gutural. La vida te hace más fuerte / aguantar los golpes entredientes / Cerrar los puños, defenderte / Escuchar al búho, o a la serpiente. ¿Búho o serpiente? Seguro que hay alguna fábula y me la he perdido. Me suena la del zorro y las uvas, la de la rana y el escorpión… Me gusta la combinación bombo-caja de Euken, con mucho bombo, en un ritmo casi de nu metal, si consigues aislarte del guitarreo. A medida que va terminando, doble bombo que refuerza, que subraya la pegada.

 

 

Jolly Roger. Es la primera vez que oigo un punteo que duele. Es como si estuvieran apuñalando la guitarra, como si las cuerdas gritasen de dolor. Los crujidos del bajo revientan justo debajo de la distorsión de las seis cuerdas. Euken marca un medio paso, con platos grandes y poca floritura, pura potencia. Nos están contando una historia de piratas, bueno, bucaneros, y batallas navales. Una versión no tan romantizada como La canción del pirata, de Espronceda ni peliculitas palomiteras. Había muertos, había violencia, enfermedades, calamidades en las travesías… Aquello no era un crucero.

Calavera de cuervo. La versión cañera del King nothing, de MetallicA. Siempre he reivindicado el bajo en el heavy metal. Qué sí, que a todos nos mola el doble bombo, el guitarreo y los fuegos artificiales, pero que tampoco está de más, de vez en cuando, parar un momento la distorsión. Este bajo no suena, chisporrotea. Esa potencia, con unos acordes eléctricos atenuados para que dejen espacio a la guitarra acústica, aparte de la batería, que es potente, crean una mezcla como Sepultura en Kaiowas, como Bones of Minerva, tribal, primigenia, pero muy thrash, muy cruda.

 

 

Quien siembra vientos. Efectos de sonido guapísimos, y guitarras que derivan a otros estilos más virtuosos, como Metallium, Dream Theater… en cuanto entran todos a manta, recuperan esa esencia fuerte, con las ideas claras. Las letras con un ojo puesto en las manifas de los años ochenta (las que consiguieron casi todos los derechos laborales que se están yendo a la mierda poco a poco) y el otro en lugares como el Fuerte San Cristóbal, La Barranca, el paredón donde quedaron las 13 Rosas (inmortal el Drogas en la de Pétalos…). Más allá de la crudeza de la música, las rimas tienen un poco taciturno, melancólico. Aunque hicieran versiones folk, acústicas, sonarían como muchas letras de Bob Dylan por ejemplo.

Rata usurera. Otra sobre el bonito mundo de la música. Un festi con grupos que vienen gratis, camareros voluntarios y montadores por un puñito de arroz al día. Luego que la gente no quiere trabajar. Lo hacemos todo por preservar el rock, hasta hacemos perder pasta a las bandas. La culpa es de la gente, que no quiere trabajar. Que quiten las paguitas, que desde que hacen dos comidas al día, no hay manera de encontrar camareros gratuitos. Lo cierto es que menos mal que no sé ni agarrar la guitarra, porque si me meto 600 kilómetros para cobrar cien euros, la reviento contra el escenario como Pete Townsend.

 

 

Las sectas. Otro medio tempo de Euken, con un punteo en bucle, que se te mete en los sesos como una broca, mientras el bajo chisporrotea. Este primer minuto, hasta que entran las voces, es el resumen perfecto de la sala de máquinas de esta banda. En cuanto a la letra… Wild wild country. Puedes llegar a flipar donde llegan los rollos religiosos, sectas y demás. No sé si hay Dios o no, pero sí tengo claro que la mera idea tiene poder. Se ha matado, expulsado, oprimido y marginado sin compasión. Una guerra política dura décadas, un conflicto religioso dura siglos. Antropológicamente no cabe duda de que toca algo ancestral, algo reptiliano en el cerebro.

Ni una más. Cómo no me voy a acordar de los yeclanos más famosos del mundo, los Knibal. En su reciente Tripolar, con un Sergio versatilizando su voz, lanzaban el mi cuerpo, mis normas. Ardi Beltza se unen a coro, con su sonido, entre S.A. y Disturbed, con Euken tirando de plato grande y desguazando la caja, al mensaje. El estribillo crea una vorágine, algo casi visual. Ardi Beltza siempre se acerca a la crudeza, al lado salvaje, sin edulcorantes, sin medias tintas.

 

 

5 balas. La que da título casi al final. Me estaba acordando de los S.A. de Ratas, del disco y de la canción, y también del Sé dónde vives, de los Koma, ésta última con el tempo un poco más acelerado. Es difícil comparar a estos cuatro (que son cinco) forajidos con los Pecos, o con El Canto del Loco. Tienen claro en qué espejo mirarse y cómo quieren sonar. La voz, parecida a una arenga, me recuerda a la Involución, de Knibal, a tramos de Narco, de Hora Zulú y, si me apuras, a los susurros de Duality, de Slipknot. El peor disparo es la condena a vivir. Puede sonar banal, a jugar con el concepto de eutanasia… hasta que ves un caso cercano.

El lenguaje de los puños. Napalm en la combinación bajo-guitarra, fuego lento con Euken tirando de timbal. Una baladita romántica llena de amor. Es broma, una historia de violencia, un cruce de miradas, una tensión creciente. Usando un riojanismo muy riojano y como diría mi abuelo: Ten cuidado, hijo, que aquí hay contrinca.

 

 

Números uno. Euken haciendo de todo antes de empezar. Cruje ese bajo como el de Paul Grey. En las estrofas dejamos los guturales y rozamos el rap metal en su concepto más amplio, P.O.D. por ejemplo. Si la letra te saca una sonrisa, podrías acabar en el juzgado. Sueño con la familia real en un final francés / El valle de los caídos hay que demoler / curas pedófilos… yo rehabilitaría el valle de los caídos como viviendas sociales, a ver si hay una oleada de ictus entre el centro constitucionalista.

Para los que les molen las baladitas románticas, enlaces de la banda:

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Ardi Beltza – Cinco Balas

by: Teodoro Balmaseda

by: Teodoro Balmaseda

Escritor de ficción y crítico desde la admiración. Si te gustan mis reseñas, prueba 'Buscando oro' en tu librería o ebook.

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