El cine de Adrian Lyne funcionó en la mayoría de ocasiones a nivel económico pero topó con desfavorables críticas. Productos propios de la década de los ochenta y primeros noventa con taquillazos como “Flashdance”, “Nueve semanas y media”, “Atracción fatal” o “Una proposición indecente” construidos para un pública que anhelaba esas historias de parejas con problemas de adulterios, tórridos romances o búsqueda de dinero para prosperar en la vida.

“Aguas profundas” incide en esa temática con un “thriller” con toques “sexys” basado en una obra de Patricia Highsmith, una de las “reinas” de la novela negra. Y como en todos sus filmes anteriores otro de los puntos de cierta importancia es su reparto pues, en esta ocasión, ha conseguido juntar a la pareja en la vida real Ben Aflleck y Ana de Armas, lo cual crea cierto morbo aunque las escenas eróticas a modo de videoclip (otra de las constantes en la trayectoria de Lyne) ha quedado desfasado aunque hay que recordar que Adrian Lyne tiene más de ochenta años y su estilo tan marcadamente ochentero con probabilidad ha quedado anticuado, si bien es cierto que otro octogenario como Paul Verhoeven filmó el pasado año la más escandalosa, y mejor, «Benedetta».

En lo que procede sobre este sorpresivo resurgimiento de Adrian Lyne (el cuál llevaba la friolera de veinte años sin ponerse detrás de las cámaras. En concreto, desde “Infiel”), el estadounidense actualiza el relato de Patricia Highsmith, con un guion de Zach Helm y Sam Levinson, hijo de otro director célebre en esa década como Barry Levinson y autor de la celebrada serie “Euphoria” o la interesante «Malcolm y Marie». No sabemos si “Aguas profundas” ha sido mutilada en la sala de montaje pero estamos ante un largometraje de más a menos, con algunas intolerables lagunas argumentales con secuencias, personajes u objetos que parecen fundamentales en el desarrollo de la trama pero que de forma misteriosa desaparecen o pierden relevancia en la atropellada resolución. Es lo peor de una película que, por otro lado, no tiene mal ritmo y sus casi dos horas de metraje se llevan bien con un argumento de intriga sobre un matrimonio donde él está locamente enamorado de una bella mujer pero que coquetea con casi cualquier joven atractivo que se le ponga por delante. A partir de ahí, tenemos una historia de celos y asesinato algo inverosímil y trasnochada pero que mantiene el interés por ver quién triunfa si el millonario con claros síntomas de psicopatía o su esposa, una arribista con trastorno narcisista y poca discreción. Secundarios que ayudan a integrarnos en el suspense por saber si el hombre es un asesino o no y algunos “deus ex machina” bastante evidentes.

Entre los actores destaca Ana De Armas que funciona a la perfección y que a su impresionante primer plano suma buenas dosis de recursos interpretativos, cosa de la que carece Ben Affleck pero al componer un personaje hierático durante todas sus escenas no llega a molestar como sucede en otras producciones. Lo que sí chirría es la niña que hace de hija de la pareja llamada Grace Jenkins, sobre todo en una secuencia donde empieza a preguntar al padre como ahogó a uno de los amantes de su madre. Increíble por como habla y repregunta, ya que no nos dicen en ningún momento (ni siquiera lo sugieren) que el retoño pueda haber heredado ni la genialidad ni el trastorno antisocial de la personalidad del padre. El resto del reparto son meras comparsas, salvo el matrimonio formado por Tracy Letts y Kristen Connolly donde él se ubicará como némesis del protagonista al empezar a investigar el caso y ella como posible interés sexual aunque como en casi todo lo que sucede en “Aguas profundas” es un amagar y no golpear. Y es una lástima porque su primer acto es más que digno e interesante, cerca de sus trabajos más logrados para perderse en tópicos y errores de guion aunque siempre es una alegría ver como regresan grandes nombres del pasado pues con veinte años de silencio sólo nos viene a la mente el caso de Terrence Malick desde “Días de cielo” a “La delgada línea roja”. Y eso fue a finales de los noventa.

Aguas Profundas

by: Jose Luis Diez

by: Jose Luis Diez

Cinéfilo y cinéfago, lector voraz, amante del rock y la ópera y ensayista y documentalista con escaso éxito que intenta exorcizar sus demonios interiores en su blog personal el curioso observador

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