Tras el visionado de “Malcolm y Marie” no pudimos evitar recordar “Sin testigos”, cinta soviética de los ochenta que pudimos ver en aquel inolvidable Cine Club de Televisión Española, homenajeando al entonces importante director ruso Nikita Mikhalkov, cuto mejor momento llego tras esa producción con “Ojos negros”, “Urga, el territorio del amor” y rematando con el Oscar a mejor película extranjera con “Quemado por el sol”. En “Sin testigos”, se nos narraba la historia de una pareja divorciada que se volvía a juntar años después para comenzar un largo parlamento para intentar reconciliarse con ella aunque reprochándose su antigua vida en común y sus diferentes caracteres. Todo filmado en una única localización. “Malcolm y Marie” tiene una idea similar; un director de cine y su novia llegan a un chalet de lujo, en mitad de ninguna parte, tras el estreno de su nueva película. Mientras esperan las críticas que deben encumbrarle como el nuevo Spike Lee, John Singleton o Barry Jenkins, comienzan una serie de disputas y reconciliaciones, utilizando la crueldad en las palabras como arma arrojadiza.
El hijo de Barry Levinson, nombre importante, sobre todo en los ochenta, con títulos como “Good morning Vietnam”, “El mejor” o su Oscar por “Rain Man”, Sam Levinson, a su vez responsable de la exitosa serie «Euphoria» nos ofrece una cinta rodada en plena pandemia, con solo dos actores, un único decorado y filmado en un estilizado blanco y negro. En el capítulo positivo, la fotografía de Marcell Rev es impresionante, punto importante para desplegar una puesta en escena que juega bien con los planos y secuencias, destacando el parlamento inicial donde mezcla con sabiduría el movimiento, siguiendo al director, con la cámara fija, enfocando a la actriz apoyada en un magnífico claroscuro, mientras fuma. Hay que reconocer que Sam Levinson es talentoso e intenta dotar a su obra de un ritmo visual convincente, apoyado en unos actores que cumplen, sobre todo John David Washington, igual de convincente que en su divertido descubrimiento en “Infiltrado en el KKKlan” de Spike Lee y menos hierático que en el «Tenet» de Christopher Nolan. Zendaya, acaba resultando algo fría en su interpretación pero ha sucedido con todos sus papeles, incluso en las de «Spiderman». Es su forma de afrontar los papeles y, por lo menos, resulta digna.
El problema de “Malcolm y Marie” es que la estructura narrativa acaba resultando algo falsa, alternando momentos sensacionales con otros difíciles de defender. Un guion irregular, donde por un lado se critica múltiples aspectos de la sociedad actual, comenzando por la corrección política en los medios (impagable el soliloquio de Washington sobre la crítica del L.A. Times) donde una obra se juzga por la raza o el sexo del autor, mezclados con otros que se acercan peligrosamente a la pornografía sentimental, alternando el amor más desinteresado con crear el mayor daño posible en cada replica, cuando discuten. Unos parlamentos que, en más de una ocasión, no suenan verdaderos. Parecen tan preparados como la puesta en escena y el blanco y negro. Algo creado para epatar a un público cercano a esa crítica de cine a la que se pretende reprobar. Algo similar que lo que sucedía con el “American Beauty” de Sam Mendes, cuyo objetivo era ese núcleo burgués que vive en esas privadas urbanizaciones pero que reconoce a sus vecinos entre los horribles personajes pero no a ellos, cultas personas que han pagado su entrada. Ese sesgo de atribución, del que nos hablaba Heider, donde se minimizan los errores propios, achacándolos a factores externos pero examinando y juzgando al prójimo con dureza. Lo mismo que hacen Malcolm y Marie durante la excesiva hora y tres cuartos de metraje, pues ya nos ha enseñado la psicología que tendemos a perdonarnos con más facilidad que a nuestros semejantes, aunque sea la persona de la que estemos enamorada. Ya se sabe el dicho de “ver la paja en ojo ajeno y no ver la viga en el propio”, lo que hace no agradecer a quien ha sido importante en tu gran momento o estropear el día de gloria de tu amado. Sucede en “Malcolm y Marie” como sucedía en “Sin testigos”.
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