Igual no he afrontado esto bien. Yo quería estar un búnker secreto donde hacer mis pijaditas, emerger a superficie para ver —de incognito— algún concierto, y pasar de todo el mundo. El tema es que estos mendas me han hecho el lío y, sin darme cuenta, ahora tengo un copón de amigos por ahí. Estos en concreto, los Terzero, son cuatro pelanas de El Cortijo un barrio de Logroño, técnicamente lo de barrio porque son prácticamente autónomos y, más que una banda son una familia. No es que ellos sean una familia, lo que sería normal con tanto roce y tanta convivencia, es que llevo cuatro días tropezando con ellos y me veo como uno más. Tener esto bombardeándome los oídos reconozco que un poco sí que me hincha el ego, más sabiendo la importancia que le dan a mi opinión, que qué cojones sabré yo de tener callos en las yemas de los dedos de tanto ensayar. Un, dos, tres… ¡Terzero!
Denominación de Origen. Todo lo contrario al músico chuleta, egocéntrico, pagado de sí mismo. Estos tíos se han dedicado a formar una letra más o menos coherente con los nombres de todas las bandas riojanas que se les han pasado por la cabeza. Que se entretengan, cuando estábamos encerrados en casa apretando el ojete al ver las noticias, en planear una especie de abrazo colectivo para la cuadrilla de desgraciados que luchamos por hacer algo con nuestro arte en este terruño dejado de la mano que Dios, para mí, los califica más que de sobra. Terzero en discordia es la última llamada a lo común en lo que siempre ha sido territorio nacional con el lema «el que venga por detrás, que le den por…». En cuanto a lo estrictamente musical, el comienzo recuerda un poco al Resquicios de su boca, pero desemboca en un riff que se parece a S.A. en Sorprendente, aunque en el Directo se ven escuchan mejor los acordes, las entretelas del tema. Es cierto que S.A. es más áspero, estos tienen un acabado más parecido a Reincidentes en Odio. El tramo de doble punteo, con trompetas después me trae a la mente a los SKA-P, los Boikot… todas esas bandas que me hicieron abrir los ojos en cuanto a temas sociales y políticos en mis tiempos mozos. Acaba con una jota de Jacinto Salazar. Fuera de mi tierra y territorios adyacentes a lo mejor no se entiende, pero la jota es más que un folclore. Él reivindica la canción, pero esos mismos versos a viva voz se pueden usar para todo. No eres riojano si no has usado ese mismo ritmo para insultar al canelo que se te cuela en una rotonda.
Dentro de mi mente. Mi colega Rubenciano hacía al final de sus shows una canción que decía Esta no es una canción de Los Planetas / y dice adiós. La estructura, es parecida, aunque la temática de la canción… digamos que es el sonido del Space Oditty, de David Bowie y el espíritu del Cuando nada vale nada, o el Buenos momentos, de los S.A. mezclados en una especie de introspección sonora. Una especie de viaje metafísico a través de una enfermedad mental, un brote, o al menos un conato de brote, lleno de pensamientos destructivos e irracionales, cuando consciente y subconsciente revelan una desagradable sorpresa freudiana. Mis conocimientos de psicología son muy limitados como para entrar pisoteando alrededor, pero el propio sonido, los propios estribillos… dan ganas de gritar, sobre todo en el tramo Estoy dentro de mi mundo / de mi mente, con Pablo tirando de timbal.
Otro mundo. Hubo un tiempo en que esta canción tenía otro título provisional y yo pude escucharla grabada artesanalmente con un móvil. Amor a primera vista, desde el primer acorde. Esto es Tom Morello en estado puro. Ese tipo de riff para saltar mientras Zach de la rocha se deja las cuerdas vocales, a lo Guerrilla Radio. Entre las estrofas y el puente hay un decrescendo y un zigzag entre trastes (es lo que tiene no saber de música, dentro de mi cabeza sólo suena un turí) que acaba llevando a unos coros acojonantes. No sé si son buenos cantantes, o malos, o regulares, pero desde Molotov, no había visto una banda con tanta facilidad para intercambiar papeles, para combinar voces de varias formas diferentes. Vivir no es solo respirar cuando sólo quisiste volar. Es un buen epitafio en esta época de resultado inmediato sin valorar el proceso intermedio.
Cuando estábamos locos. Puro Extremoduro. Ese guitarreo podía estar sacado del Canciones prohibidas, del Golfa, por ejemplo. Pablo, un instrumentista funcional, sacrificado por el equipo, hace una de sus breves transgresiones, tirando de timbales y platos, construyendo una locura bajo la primera estrofa, para pasar a un ritmo más convencional, pero con mucho plato grande. Los riffs de guitarra, y el bajo, convertidos en picadoras de púas, uno de los sonidos más crudos de la banda, en un estribillo a viva voz.
Tengo la sensación de no haber hecho nada, pero es que son sólo cuatro temitas. Habrá que esperar al volumen dos, qué más nos traen estos cuatro cortijanos. Para los que quieran saber qué es rock&roll de verdad, más allá de las bandas multitudinarias que llenan estadios, pero no tienen relevo, enlaces de la banda.
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