Tras múltiples problemas de guión, el abandono de Danny Boyle, un rodaje complicado y año y medio de retraso por el maldito Covid, por fin ha llegado No time to die. La saga de 007 entró al siglo XXI de la mano de Daniel Craig, un James Bond salido del gimnasio y aficionado a peleas mucho más dinámicas (a lo Jason Bourne). Más allá de la polémica estéril de si Daniel Craig era rubio o poco agraciado, lo realmente importante era que Casino Royale (la mejor de la era Craig, 2006) supuso el necesario reinicio de una saga decadente que la ajustó a los nuevos gustos del público. Este 007 se presentó como un novato poco elegante (le confundían con el aparca coches) que debía aprender el caduco oficio de espía. En las películas posteriores se insistió en que los agentes de campo estaban desfasados, el tiempo de los espías pasó y los doble 0 debían retirarse.
En Casino Royale era Daniel Craig el que emergía del agua mostrando sus atributos. Ya no eran Ursula Andress ni Hale Berry las que se contorneaban en la playa, era Bond el que se convertía en un objeto sexual. ¿Un tímido paso hacia la igualdad de sexos o una deconstrucción del mito? Poco a poco en estas 5 películas de Craig han ido cayendo buena parte de los manidos y caducos estereotipos de esta franquicia. No olvidemos que las novelas de Ian Flemming se escribieron en los años 50 del siglo XX. Se ha cuestionado la virilidad de Bond e incluso se ha insinuado su homosexualidad. También en Casino Royale, Bond se enamoraba y abandonaba el servicio secreto. No sería la última vez. Este Bond ha sido el más rebelde, el que más quebraderos de cabeza ha generado a sus superiores, el más enamoradizo y el más traicionado. Dos veces se ha enamorado, dos veces se ha retirado y otras dos ha sido dado por muerto. Los tiempos cambian y esta saga ha sobrevivido más de medio siglo gracias a su innegable capacidad de adaptación. Con No time to die Craig se despide con el Bond más vulnerable de la historia. Desde luego, este no es el James Bond chulito y machista al que estábamos acostumbrados.
Tras un largo e inusual arranque (la primera en la frente) No time to die entra en materia para descubrirnos que este tipo no es el James Bond que todos conocíamos, nos lo han cambiado. Este Bond sigue siendo una máquina de matar, sí, pero con sentimientos. Humano, al fin y al cabo. Pero claro, ya sabemos lo bien que funciona pantalla esa excusa de “vuelvo del retiro para una última misión por un colega y lo dejo”. O como dijo Connery: Nunca digas nunca jamás. No podían faltar homenajes y guiños varios. Ahí sigue el Aston Martin de 1962 y el detalle los retratos de los predecesores de M.
R econozco que me gustan esos toques de ironía y ese feminismo que se ha abierto camino en el guión supongo que por aportaciones de Phoebe Waller-Bridge (Fleabag). Sinceramente, no me sorprende que haya una 007 de color, ya hay una Moneypenny de color desde Skyfall (2012) y no se hundió Gran Bretaña. Renovarse o morir. Ya en Goldeneye (1995) M había cambiado de sexo y no pasó nada. Qué demonios, en los últimos tiempos hemos asistido a películas de espías protagonizadas por mujeres como Gorrión rojo y Atómica. Versiones femeninas más o menos disimuladas de 007. En No time to die tenemos los personajes femeninos mejor construidos de la franquicia. Eso que llaman empoderamiento femenino. Me gustaron los personajes de Ana de Armas (de lo mejor de la película) y Lashana Lynch, son un contrapunto perfecto a la eterna chica Bond. Otra que no es la típica chica desvalida en busca de un macho protector es Léa Seydoux, verdadero motor de la trama. El problema principal de No time to die es el villano (Rami Malek), un tipo que es una caricatura (aún más si cabe) de los supervillanos de la serie. Lo de la máscara de AliExpress tampoco ayuda. A pesar de que sus motivaciones no resultan creíbles y todo su pérfido plan es ridículo, es el único villano que ha humillado a 007. Y hasta aquí puedo escribir… ¿Y Bloffeld? Pues ahí sigue, en la piel de Christoph Waltz y al más puro estilo Hannibal Lecter, controlando la situación desde una prisión de máxima seguridad. Sinceramente, prefiero las encarnaciones de Donald Pleasence y Telly Savalas (y echo de menos al gato).
Cary Fukunaga (True detective) es un buen director y dirige con pulso firme. El film entretiene y a mí no se me hizo pesado a pesar de sus casi 3 horas (el más largo de la serie) pero ya he dicho que se aleja bastante de los parámetros de la franquicia. Algo que levantará ampollas de los más puristas. Que os quede claro, No time to die es el film de James Bond más oscuro y dramático. Cosa que no me parece mal. Tanto por la estética como por la fotografía y la música de Zimmer, en el tramo final parece que estamos en un film de Christopher Nolan. Una vez más, la saga se adapta a los tiempos.
Hans Zimmer se estrena como compositor para una película de 007 realizando un trabajo más que correcto. Zimmer homenajea la música del maestro John Barry, en especial la del film Al servicio secreto de su majestad (1969), uno de los mejores de toda la serie. Así pues, Zimmer incluye en el tema Matera la melodía de We have all the time in the world (canción que suena en los títulos de crédito finales). Todo un guiño al pasado. Zimmer no se sale demasiado de los parámetros de la saga, ha imitado hábilmente la instrumentación mítica de la franquicia fijada por Barry. Eso sí, en los momentos más tensos se sirve de sus típicos coros y percusiones para crear tensión. No es su mejor trabajo pero, al menos hay melodía. Sigo opinando que el tema de Billie Eilish es flojito, tampoco mejora con los flojos títulos de crédito iniciales.
Resumiendo, No time to die es la vuelta de tuerca final en la deconstrucción del mito y un cierre más que digno a la etapa de Daniel Craig como James Bond.
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