Mi película favorita de James Bond. Tras cinco exitosas películas como el agente secreto 007, Sean Connery declara estar harto del personaje de James Bond. Connery deseaba probar suerte con otro tipo de papeles. Urgía encontrar un nuevo rostro para el agente 007 y adaptarse a los nuevos tiempos. La sustitución no sería fácil ya que Connery estaba tan ligado al personaje que resultaba casi imposible imaginar a otro actor en su lugar. Supongo que era inimaginable pensar que 50 años después su saga seguiría dando beneficios y estando entre las más taquilleras a nivel mundial. El tiempo demostró que ni los cambios de actor, ni la caída del telón de acero pueden con esta franquicia. James Bond es todo un superviviente pero su serie de películas es incluso más difícil de matar. Pero todo esto lo sabemos ahora, en 1969 nada de esto se sabía.
Los productores de la franquicia de James Bond, Harry Saltzman y Albert R. Broccoli, decidieron continuar la saga con otro actor. Le ofrecieron el rol a Timothy Dalton, quien lo rechazó por considerarse demasiado joven todavía, y a Roger Moore, quien lo rechazó por estar ligado contractualmente a la serie El Santo. Ambos acabaron interpretando a James Bond a su debido tiempo. Tras muchas cavilaciones y casi in extremis el elegido fue un desconocido modelo publicitario australiano sin apenas experiencia llamado George Lazenby. Lo cierto es que el agente de Lazenby le recomendó que vistiera y se cortara el pelo en los lugares a los que iban Connery y Broccoli. Fue en la peluquería donde el peluquero le comentó a Broccoli que tenía un cliente que sería ideal para ser 007. Muchos se rasgaron las vestiduras de igual forma que hicieron 35 años después cuando el elegido fue Daniel Craig, pero en ambos casos creo que se equivocaron. Obviamente, Lazenby no tenía el carisma de Connery (sus posteriores carreras así lo confirman) ni era un buen actor pero para ser James Bond no hace falta ser un grandísimo actor, basta con tener buena percha y saber poner cara de póker (que le pregunten a Roger Moore). Según cuenta el propio Lazenby, fue contratado verbalmente ya que nunca firmó ningún contrato. Así se hacían las cosas a finales de los 60. Lo que sí tuvo que hacer fue un curso de dicción para disimular su acento australiano y otro curso acelerado de interpretación. Se cuenta que el rodaje no fue nada fácil debido a la inexperiencia y el ego creciente de un Lazenby que no paraba de hacer sugerencias. Un ejemplo, para la famosa escena inicial del gunbarrel, Lazenby se empeñó en que su rodilla tocara el suelo a pesar de las instrucciones en contra del director. Pues no hubo manera, Lazenby hizo el único gunbarrel en el que la rodilla de 007 toca el suelo. No sólo hubo roces con el director. Se dice que Diana Rigg acabó comiendo ajos antes de las escenas amorosas con Lazenby para fastidiarle. Nadie lo diría viendo el film.
Ya desde la primera escena, el guión es consciente del cambio de actor e ironiza sobre ello. Mientras Bond está enzarzado en una pelea contra unos matones que iban a secuestrar a una chica, ésta se escapa sin ni siquiera dar las gracias. El nuevo Bond mira a la cámara y dice “Esto no le pasaba al otro tipo”. Frase que Lazenby afirma que se le ocurrió a él. El cambio de actor implicaba algo más que un simple cambio de rostro. Para la primera película sin Connery, los productores decidieron dar un giro hacia una mayor espectacularidad y a la vez aumentar la ironía de la serie.
Al servicio secreto de su majestad continua la senda por la que habían circulados los films anteriores de 007 y que tan buenos resultados en taquilla habían dado hasta entonces y siguen dando hoy día: coches de lujo, casinos, chicas guapas, paisajes espectaculares y trepidantes escenas de acción. Dentro de este último apartado creo que el film contiene 3 de las mejores escenas de toda la saga: la escena del teleférico, la persecución sobre skis (la primera de la saga) y la escena final en el circuito de Bosley. El personaje de Bond aparece algo más humano, no es sólo un seductor sin sentimientos ni una máquina de matar. James Bond evoluciona, se enamora e incluso se casa. Es más, en este film está dispuesto a dejarlo todo por una mujer: la condesa Teresa di Vicenzo, interpretada por Diana Rigg conocida entre el gran público por las series de televisión Los vengadores y, mucho más recientemente, por Juego de Tronos.
En el apartado de villanos, Blofeld y su organización terrorista Spectra (¿la inspiración de Al Qaeda?) siguen haciendo de las suyas. Blofeld aparece esta vez interpretado por Telly Savalas, en mi opinión la mejor encarnación del archienemigo de 007. Su enemistad se convierte aquí en algo personal. Sin embargo, resulta curioso que Bond y Blofeld no se reconozcan cuando ya se habían conocido en Sólo se vive dos veces. La coherencia no ha sido nunca el fuerte de esta franquicia.
La dirección de Peter Hunt es más que eficiente a la vez que psicodélica, de acorde con la época: mucho movimiento de cámara, planos cortos, zooms y demás efectos que en 1969 eran muy modernos aunque han envejecido algo mal. Algunas escenas de peleas son especialmente confusas y mareantes. En general, la peli adolece de los males propios del cine de finales de los sesenta pero esos mismos males la hacen única dentro de la saga.
Como venía siendo habitual, lo mejor es la música de un John Barry especialmente inspirado. Su música se funde perfectamente con las escenas de acción creando momentos de auténtico cine de aventuras. La magnífica balada We have all the time in the world interpretada por Louis Armstrong es probablemente la mejor canción jamás compuesta para un film de 007. Puedes escuchar la versión de Iggy Pop y David Arnold aquí.
A pesar de sus innegables cualidades, los fans rechazaron el film. Se dice que fue un fracaso de taquilla, pero ese año sólo fue superada en recaudación por Dos hombres y un destino. No alcanzó la recaudación de los anteriores films con Connery pero no fue ningún fracaso. Además, su posterior lanzamiento en vídeo fue de lo más rentable, ganando un buen número de seguidores y convirtiéndose casi en un film de culto. Lazenby nunca volvió a encarnar a James Bond debido a que la fama le agobiaba y no le gustaba que su imagen fuera de pantalla se tuviera que adaptar a la del personaje. Cuando acudió al estreno de Al servicio secreto de su majestad con barba, Broccoli le reprimió duramente ya que esa no era la imagen que el público esperaba ver de un actor que encarnaba a 007. Lazenby recibió una suculenta oferta de un millón de dólares, esta vez por escrito, para seguir encarnando a 007 por 6 películas pero prefirió rechazarla. Lazenby iba a participar en 4 películas con Bruce Lee, pero la prematura muerte del astro de las artes marciales dio al traste con el proyecto. Los films de Lee se estrenaron tras su muerte siendo completados con dobles e imágenes de archivo, siendo su impacto muy inferior. Finalmente, Lazenby acabó participando en la interminable saga erótica Emmanuelle. Quien sí volvió a interpretar a James Bond fue Sean Connery (gracias a un desorbitado cheque de un millón de dólares de la época) en 1972 con Diamantes para la eternidad. Sin embargo, Bond no busca vengarse de Blofeld ni se comenta nada sobre su matrimonio. Por cierto, Connery interpretaría otra vez a James Bond en 1984 en Nunca digas nunca jamás aunque este film no figura como oficial dentro de la saga.
Durante años pareció que la franquicia obviaba los hechos narrados en Al servicio secreto de su majestad como si de un mal sueño se tratara. No fue hasta el prólogo de Sólo para sus ojos (ya en 1981 con un acartonado Roger Moore) que se asumen y se atan ciertos cabos sueltos dejados por el film que nos ocupa. Ello supuso la aceptación de Al servicio secreto de su majestad como miembro de pleno derecho de la franquicia. Nunca es tarde si la dicha es buena.
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