Haciendo tic-tac fuera del instante
del que se compone un día aburrido.
Malgastando y desperdiciando las horas
de manera improvisada.
Estás haciendo círculos con los pies,
alrededor de un trozo de suelo,
en tu ciudad natal,
esperando,
que alguien o algo te muestre el camino.
Cansado de yacer a la luz del sol,
permaneciendo en casa para ver la lluvia caer,
eres joven y la vida es larga.
Y por ahí dicen que es tiempo
de matar el presente.
Entonces un día descubres
que hay diez años tras de ti.
No te lo aviso para que corras,
ya has errado en el pistoletazo de salida.
Corres y corres,
para ponerte a la par con el sol,
pero está descendiendo.
Haces carreras a su alrededor,
para que salga nuevamente tras de ti.
El sol, al igual que tú,
con su rumbo afín al tuyo,
pero tú ya eres mayor,
con la respiración más corta,
y otro día más cerca de tu muerte.
Cada año dura un poco menos,
y nunca te miras para descubrir el tiempo.
Planes que quedan en nada
o, media página de garabateadas líneas.
Suspendido en sosegada desesperación,
a la manera inglesa.
El tiempo se ha ido,
la canción acaba,
creí que tenía algo más que decir.
Me dirijo a casa de nuevo,
me gusta estar aquí, cuando puedo.
Cuando regreso, frío y cansado,
es lo mejor para calentar mis huesos junto al fuego.
Distante, campo a través,
estoy repicando las campanas,
invitando a los fieles
a arrodillarse para escuchar
este suave y mágico hechizo.
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