Ya tenemos aquí el esperadísimo segundo trabajo de Billie Eilish. Las alarmas empezaron a sonar con los insulsos adelantos en forma de single. Solamente DNA me resultó interesante. Las reproducciones de sus nuevos temas resultaron decepcionantes en todos los sentidos. ¿El temido segundo trabajo se le iba a atragantar a la joven estrella del pop? ¿El hype se desinflaba? ¿Pasó el momento de Billie Eilish? ¿Era Billie ya muy mayor para el éxito? ¿La portada de Vogue teñida de rubio y en lencería significa un cambio en su vida o es otro acto publicitario sin más? Demasiadas preguntas para las que todavía no tenemos respuesta. Procuremos aislarnos del ruido mediático y centrémonos en el disco.
Parece que la vida de esta chica sigue siendo una mierda, antes por adolescente incomprendida y ahora por famosa en una jaula de oro acosada por su propia fama. Puede que todo sea una pose, OJO, que eso de salir llorando en la portada con mirada de cordero degollado no creo que haya sido casual. Ahora Billie suena algo menos oscura, sí, y más versátil pero sus letras siguen siendo de todo menos reconfortantes. Por suerte, Billie Eilish y su hermano Finneas (verdadero cerebro tras este tinglado) han intentado no repetir la fórmula de su primer y exitoso trabajo, pero la voz de Billie Eilish no da más de sí. Reconozco que los tres primeros temas me sorprendieron gratamente. Tanto Getting older como I didn’t change my number me resultaron agradables mientras Billie Bossa Nova certifica que esta chica se acerca peligrosamente al clasicismo de mediados del siglo pasado. Si lo más moderno de hoy en día es imitar el sonido de hace 70 años, apaga y vámonos. Pero la sorpresa dura poco. Pronto los susurros y los hilillos de voz de Billie empiezan a sonar a lo de siempre. Es su estilo, venga, pero yo creo que esta chica vocalmente anda muy limitada. Por mucho efecto que ponga a las voces, acaba resultando soporífera. La cosa remonta con las correctas Overheated, Oxytocin y GOLDWING para volver a caer en el tedio con ese innecesario speech que es Not my responsability. Los minutos pasan y los temas se suceden pero el interés ya no vuelve. Quizás ya no tenga sentido hacer un LP en los tiempos de las plataformas digitales, quizás los artistas acaben publicando singles en las redes como píldoras de consumo rápido y más rápido olvido. Quizás por eso, este LP fracasa, está pensado como una colección de pequeñas píldoras sonoras, no como un todo. Poco más destacable puedo reseñar de este disco repleto de tediosos rellenos. Ni siquiera el tema que da nombre al LP me parece gran cosa: empieza como baladita muy suave y explota en una orgía de guitarras saturadas. Nada que no hayamos oído antes cientos de veces. La mayor novedad de Happier than Ever sigue residiendo en la capacidad para saturar los graves para que suene como si tuvieras el tímpano reventado, pues vaya.
Es de agradecer que no haya intentado emular descaradamente su mega hit Bad guy pero Happier than never aburre debido a que contiene demasiados temas insustanciales. Nada menos que 16 temas y casi una hora de minutaje son demasiados para una artista así de limitada (bueno, para casi cualquier artista).
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