Estos son los tiempos que nos ha tocado vivir. Cuando un adolescente dice en el colegio que le gusta leer, que le interesa la filosofía o cualquier cosa más sesuda que perrear como si no hubiera un mañana, suele recibir miraditas y risas contenidas. Antes la ignorancia era un motivo de vergüenza que había que erradicar a la menor oportunidad. Cuánta gente habrá aprendido a leer a escondidas con novelitas cortas de moraleja evidente. Ahora la ignorancia es motivo de orgullo. No sólo es maravillosa para uno mismo, es algo que hay que compartir con todo el mundo. La felicidad de no tener ni idea de nada, como el que va a toda velocidad por la autovía con los ojos vendados. Lo que dura la alegría es una fiesta. Que sople el viento hacia donde le dé la gana, que yo me niego en redondo. Seguiré escribiendo novelas, haciendo reseñas y, sobre todo, seguiré leyendo como un loco, tratando de darle más trasfondo y más personalidad a cada línea. Un, dos, tres…
Nacimiento. Un comienzo a lo Vincent Gallo, vaciando la canción en sí misma, quedado reducida a un par de acordes redundantes. Ese ambiente cíclico es la alfombra roja donde plasmar el primer mantra. Un aura nirvanesco cuando entran bajo y batería. Un bajo poderoso, entrelazado con la guitarra en la base rítmica, y una batería sin ambages, supeditada a la melodía de las cuerdas. El estribillo tiene un aura más pop, del estilo a soy como el aire, de Pedro Marín, pero mas guitarrero, en esa aura de pop-rock que tan prolífico resultado dio para muchas bandas británicas. Es difícil de encuadrar en un estilo, no se puede definir con pocas palabras (ni con muchas), pero tiene algo pegadizo. A la tercera vez que escuchas el estribillo, te vas a descubrir silbándola en el ascensor.
Crecimiento. Esta empieza directamente con el sector instrumental a pleno rendimiento. Tengo en el coco Yo le estoy pidiendo a Dios, de Los Planetas, pero en una reinvención combinada con las guitarras languidecientes de los Smashing Pumpkins. Es una especie de reinterpretación del pop, con un aura grunge, la sensación que transmitía tantas veces Kurt Cobain, que parecía que estaba pensando en otra cosa mientras cantaba. Esa sensación de que el no puede ser figuración especial se convierte en un mantra que te arropa, que lleva a tu mente hacia otro plano existencial. Te vas a dar cuenta cuando estés fregando los platos y le cantes a un tenedor que no puede ser figuración especial en mi corazón.
Reproducción. Si visualizas Imitation of life, de los R.E.M., y los mezclas con el Mechanical, de Cycle, pero quitando de estos últimos esa aura replicante oscura, obtienes a Elodiè. Digamos que es el reverso luminoso de bandas como Sonic Sisters o Cycle, que, legítimamente, entran en una atmósfera más opresiva, como Alice in Chains. Elodiè encuentra el lado más pop, más “abierto”. En los estribillos las baterías alternan el charles entre bombo y caja, como Nine Inch Nails, y las guitarras toman una fuerza más propia de algunos estilos más crudos, más hard rock. Una especie de Danko Jones a medio tempo.
Envejecimiento. Suena a Elodiè. No tiene mejor explicación. Tiene esa energía en el guitarreo, que no se traduce necesariamente en una distorsión desenfrenada, esa batería pragmática y el bajo todopoderoso, crujiendo debajo de la guitarra y llevando buena parte del peso melódico. Tiene esas voces que suenan a indie, a pop no especialmente comercial. Es como Dr. Trotski o, sobre todo Messura. Una cosa rara que no encaja en ninguna parte, que no le pegan etiquetas, pero que hace que se te quede grabado en la memoria.
Muerte. Parecen los tonos de la radio, pero tiene otro contexto más siniestro. Curiosa la idea de la muerte. Nos pasamos media vida evitando que nos pase por la mente, y al final son seis segundos de pitidos.
Reencarnacion. A finales de los noventa hubo varios grupos indies que dieron el salto y se movían en un terreno parecido. Vamos a poner a Sexy Sadie, a Love of Lesbian… tienen una composición muy melódica, pero no se canta, se grita como si fuera grunge. Cada estrofa o cada estribillo tiene ese aura de mantra, como si lo empleasen para concentrarse, para buscar el nirvana, pero a la vez con la sensación de que al acabar el tema van a reventar los instrumentos contra el suelo.
Samsara. No, no es una salsa rara para las patatuelas. Samsara es el ciclo de nacimientos y muertes al que se refiere el budismo. A través del dharma (acciones) y el karma (consecuencias) se intenta lograr el moksha (salir de ese ciclo de nacimientos y muertes, trascender). El aura del tema está elegida a la perfección. Tiene uno la sensación de ir flotando por el vacío, observando el universo y sus espectaculares maravillas como el que pasea por el barrio. El estribillo está a medio camino entre el Tonight, tonight de los Smashing Pumpkins y mis paisanos los Messura, pero entrando en un terreno que no es pop, ni rock, ni indie… dichosas etiquetas, las odio tanto como las necesito para orientarme.
En resumidas cuentas, Elodiè es una propuesta si buscas algo más que mera música. Está más allá de ser punky, rockero, heavy o amante de la seguidilla malagueña. Es mezclar pop intenso, lejos de listas de ventas, con filosofía budista. Como si se mezclaran cuerpo y alma entre los decibelios. En un mundo apresurado de comida rápida, conexiones instantáneas y trabajos exprés (precarios), donde la ignorancia es un motivo de orgullo que blandir ufano, propuestas así me ponen de nuevo en paz con la humanidad. Tal vez esta generación no tenga la culpa de todo. Quizá no esté todo perdido.
Para reflexionar sobre filosofías y metafísica, enlaces de la banda.
Facebook: https://www.facebook.com/marcoselodie/
YouTube: https://www.youtube.com/user/marcoselodie
Spotify: https://open.spotify.com/artist/6bCh0pcu8v2tpGXnV4qAEu
BandCamp: https://elodie.bandcamp.com/
Instagram: https://www.instagram.com/marcos_elodie/
E-mail: [email protected]
0 comentarios