Trío madrileño, aunque con un vasco y un alicantino, que en este impactante debut han construido un homenaje al “stoner”, con tintes de garaje y “hard rock”. Una sabia combinación de poderosos “riffs”, melodías trabajadas, aptitud y actitud en nueve canciones que componen “The rise of The Whitegorrino”, parafraseando al divertido nombre que han decidido adoptar para emprender la singladura en los procelosos mares musicales. Una “opera prima” que les catapulta directamente a entrar entre los mejores discos del año para todos aquellos que degusten los pesados y contundentes ritmos del “stoner rock”.
Sus nueve composiciones comienzan con “The end of the rope”, más de un minuto de introducción instrumental “stoner” (lo que será una constante en el disco) con toques de unos primigenios Black Sabbath. Cinco minutos que sirven de perfecta carta de presentación, alternando una gran melodía y un espectacular punteo central. “Nothing at all” posee una estructura más agresiva en los primeros fraseos, con un pegadizo puente y estribillo, donde el ritmo pesado envuelve el buen contenido en otro brillante tema, camino de ser uno de sus “sencillos” más aclamados en directo, al que sigue “Red shame” que empieza más relajado, con el bajo sonando “sucio” para pasar al reconocible sonido del “fuzz”, con otra intro de más de un minuto y donde se demuestra la facilidad del trío para componer melodías de envergadura. “Falling star” nos presenta otro bestial pasaje instrumental que deja paso a un medio tiempo que llevan a su terreno. “Stoner” de “altos vuelos” que nos eleva a nuevos territorios y con otro soberbio punteo central. “Children of the grave” es una versión de Black Sabbath donde comprobamos el bajo y guitarra en perfecta sincronía, con cierto regusto setentero que nos recuerda a los mejores Kadavar, tras la que llega “Rise”, tema corto y con estribillo fácil de corear en otra lección admirable de composición. “Medicine” es quizás el corte con el que más se acerquen al “hard rock” aunque encontremos los sonidos fronterizos tan propios del género “stoner”, llegando a la conclusión con una curiosa unión de canciones, como los preludios en cine u ópera antes de comenzar la obra, con “Green Flamingos, Pt. 1”, un instrumental con toques psicodélicos que enlaza con “Green Flamingos, Pt.2”, otra joya de espíritu setentero y donde se demuestra los buenos coros que ejecuta Whitegorrino y que sirve de broche a un excepcional disco debut, donde se une un talento descomunal para crear ritmos y temas con sumo interés y una elevada ejecución, donde todo suena a lo que debe sonar, comunión perfecta de base rítmica de bajo y batería, con grandes momentos de lucimiento en las seis cuerdas, tesitura vocal adecuada a sus creaciones y unos coros y efectos más que dignos. No se puede pedir más.
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