Aún estando seguro de la existencia de tratados que lo han estudiado y tratado de encontrar explicaciones que se agrupen dentro de lo cabal, prefiero pensar que el mundo de lo orínico es un reino sin normas ni reglas donde los anhelos y temores se mezclan en extrañas formas geométricas que escapan al razonamiento pero no al funcionamiento de ese maquiavélico y ciertamente desconocido inquilino que mora en nuestra cabeza llamado cerebro. Olas de choque que confrontan retazos de vida pasada junto a movimientos sin sentido para purgar nuestros pecados y ofrecer soluciones aunque tan solo sirvan mientras tus ojos permanecen cerrados al mundo exterior. Libros que ofrecen teorías frente al desconcierto, supercherías para unos, dogmas de fe para otros, como en una insólita ruleta rusa ante la que repites plegarias para que su tambor no nos ofrezca un premio sin retorno. Sueño y pierdo el recuerdo una vez que la luz vuelve a tomar posesión de su reino. Sueño y hago ciertos esos versos que proclamaban aquello de vivo sin vivir en mí como profética adaptación. Letargo voluntario – o tal vez forzado por elementos externos y costumbres arcanas – que a veces se ve interrumpido de forma abrupta, acompañado de un momentáneo desconcierto hasta que las piezas de nuestro engranaje vuelven a encajar en la combinación adecuada.

Seguramente no existe nada más desconcertante que el repentino cese de nuestro viaje por los dominios protegidos por Morfeo que la desazón primera y la posterior sensación reconfortante del aullido de la tormenta en plena noche. Ese primitivo miedo al sonido desconocido que irrumpe en la noche seguido de la calma que transmite el sentirse a salvo en el mismo instante. Esa dualidad tan propia del ser humano, de esa inexplicable catarata que mezcla placeres y temores ante la expectativa. Esa sensación se traslada a mí cuando la bandeja de mi reproductor de cds se abre para acoger en su seno la nueva obra de los asturianos Acid Mess. Cinco años han pasado desde aquel viaje lisérgico llamado «II». Media década que se esfuma en segundos cuando los primeros acordes de «El reflejo de su piel», canción que abre este «Sangre de otros mundos» cobra vida a través de mis ajados altavoces. En una comunión norte/sur, que comienza con ese pacto tácito para que desde el Sur del Sur sea Spinda Records quien ponga en nuestras manos este tratado de psicodelia y progresivo. Una conexión norte sur que también cobra vida musical, cuando en la canción inicial de este viaje iniciático nos encontramos ecos de los ritmos propios de este maltratado sur que compartimos Spinda Records y servidor, alojados entre un mundo de riffs.

Y hablando del hacedor de vida, como es el riff en el rock, descomunal es el que da inicio a «Fuego al templo», donde la fiereza de estos convive de forma natural con las dosis de melodías hipnóticas que nos proponen o ese interludio musical que se planta de forma natural frente a nuestras narices y vuelve a poner de relieve que han bautizado sus mentes en los efluvios del rock andaluz de los setenta, tomando un camino en el que se cruzan Triana y el rock progresivo de bandas como King Crimson. «Hechicera» nos ofrece cual conejo con chistera una píldora para emprender un viaje psicodélico en el que la calma propicia para un estado mental alterado y alentado por la melodía de voz y ese ritmo jazz, se ven amenazados como olas que rompen contra el cristal por el poderoso riff.  Este «Sangre de otros mundos» no es en ningún momento una travesía lineal, predecible o llana. Acid Mess se encargan de dotar cada composición de una vida propia con diferentes almas que residen todas y cada una en la propia y única personalidad de Miguel Ruiz, Borja Vázquez, Antonio Tamargo y Juan Villamil. Claro ejemplo de ello es «Futuro sin color» donde se aparcan momentáneamente todo ese ascendiente del prog de los 70 para introducirse de lleno en  los noventa de corte más underground como baza principal y hacerlos convivir con pasajes instrumentales de corte arábigo casado de forma magistral con la más propia psicodelia.

Este viaje iniciático hace parada y estancia al Sur del Sur con esos quejíos y «sentíos» tan propios del flamenco que cobran vida en «Salvaje historia», un atrevido romance de prog/jazz y flamenco que refleja a Jesús de la Rosa y Triana como Espíritu Santo y te invita a una romería de almas de la que no querrás volver por voluntad propia. En palabras más mundanas y terrenales, ¡una puta maravilla!. «Hijos del sol» se entrega de lleno al dominio de los sintetizadores agraviados por la rabia punk que lucen como manifiesto guitarras y voz volviendo a reivindicar la influencia de los noventa como parte propia también del sonido de Acid Mess. «Infierno gris» cierra este «Sangre de otros mundos» con un inicio de calma tensa propiciado por esos ritmos latinos envueltos en la atmósfera psicodélica de la que hace gala. Riff en primera persona convive con la percusión y esa lisergia nada contenida que propone el sintetizador. Sin lugar a dudas este «Sangre de otros mundos» es un producto de riesgo no apto para buscadores de sonidos sencillos pero si un manjar de dioses puesto en bandeja de plata, para aquellos dispuestos a explorar los sentidos extrasensoriales que propone la música de Acid Mess. El mundo será de los valientes o no será, y tanto Acid Mess como Spinda Records se alinean en ese bando. ¿Lo harás tú?.

ACID MESS – Sangre de otros mundos

by: Carlos tizon

by: Carlos tizon

Licenciado en el arte de apoyar el codo en la barra de bar. Comencé la carrera de la vida y me perdí por el camino, dándome de bruces con el rock and roll. Como no pude ser una rock star, ahora desnudo mi alma cual decadente stripper de medio pelo en mi blog, Motel Bourbon.

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  1. Buena lista!! aunque tanto Lee Marvin como Anthony Quinn son para mí de la categoría de protagonistas... Buen trabajo Edu.

  2. Que grandes todos ellos. Para mi, el más desconocido es Anthony Quayle. Una vez más, Edu, un gran trabajo.

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