Vamos con un poema de la poeta canadiense Margaret Atwood que actualmente se ha pasado a la novela. Un poema que habla de los poetas, o más bien es como un merodeo de lo que supone ser poeta. Un acercamiento que no llega al meollo, dejando el final como una interrogante. Como una pieza de ganchillo sin finalizar, deshilachada.
The poets hang on
It’s hard to get rid of them,
though lord knows it’s been tried.
We pass them on the road
standing there with their begging bowls,
an ancient custom.
Nothing in those now
but dried flies and bad pennies.
They stare straight ahead.
Are they dead, or what?
Yet they have the irritating look
of those who know more than we do.
More of what?
What is it they claim to know?
Spit it out, we hiss at them.
Say it plain!
If yon try for a simple answer,
that’s when they pretend to be crazy,
or else drunk, or else poor.
They put those costumes on
some time ago,
those black sweaters, those tatters;
now they can’t get them off.
And they’re having trouble with their teeth.
That’s one of their burdens.
They could use some dental work.
They’re having trouble with their wings, as well.
We’re not getting much from them
in the flight department these days.
No more soaring, no radiance,
no skylarking.
What the hell are they paid for?
(Suppose they are paid.)
They can’t get off the ground,
them and their muddy feathers.
If they fly, it’s downwards,
into the damp grey earth.–
Go away, we say —
and take your boring sadness.
You’re not wanted here.
You’ve forgotten how to tell us
how sublime we are.
How love is the answer:
we always liked that one.
You’ve forgotten how to kiss up.
You’re not wise any more.
You’ve lost your splendour.
But the poets hang on.
They’re nothing if not tenacious.
They can’t sing, they can’t fly.
They only hop and croak
and bash themselves against the air
as if in cages,
and tell the odd tired joke.
When asked about it, they say
they speak what they must.
Cripes, they’re pretentious.
They know something, though.
They do know something.
Something they’re whispering,
something we can’t quite hear.
Is it about sex?
Is it about dust?
Is it about fear?
Los poetas resisten
Es difícil deshacerse de ellos
aunque dios sabe que se ha intentado.
Nos los cruzamos en el camino
ahí parados con sus escudillas de limosnero,
una antigua costumbre.
Sin nada dentro ya
excepto moscas y monedas falsas.
Miran de frente
¿Están muertos, o qué?
Sin embargo tienen esa mirada irritante
la de aquellos que saben más que nosotros.
¿Más de qué?
¿Qué es eso que dicen saber?
Escupidlo, les bufamos entre dientes.
¡Decidlo claramente!
Si uno intenta una respuesta sencilla
es cuando fingen estar locos
o bien borrachos, si no necesitados.
Se pusieron esos disfraces
hace ya algún tiempo
esos jerseys negros, esos harapos;
ya no pueden quitárselos.
Y tienen problemas con su dentadura.
Esa es una de sus cargas.
Les vendría bien recurrir a algún dentista.
También tienen dificultades con sus alas.
No recibimos mucho de ellas
en el ministerio de vuelo estos días.
No más planeo, ni resplandor,
ni perder el tiempo
¿Para qué diablos les pagan?
(Supongamos que se les paga)
No pueden despegar del suelo,
ellos y sus embarradas plumas.
Si vuelan es hacia abajo,
hacia la húmeda tierra gris.
Largaos, decimos—
y llevaos vuestra aburrida tristeza.
No sois bienvenidos aquí.
Habéis olvidado decirnos
lo sublimes que somos.
Mucho amor es la solución:
siempre nos gustó eso.
Habéis olvidado cómo adular.
Ya no sois sabios.
Habéis perdido vuestro esplendor.
Pero los poetas resisten.
No son nada sino tenaces.
No pueden cantar, no pueden volar.
Solo saltan y croan
también se chocan contra el aire
como si estuvieran enjaulados,
y cuentan ese caducado chiste.
Cuando se les pregunta, según ellos
dicen lo que deben.
¡Caramba! qué pretenciosos.
Pero ellos saben algo.
Sí que saben algo.
Algo de lo que susurran,
algo que no acabamos de escuchar.
¿Se trata de sexo?
¿Es algo acerca del polvo?
¿Es por el miedo?
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