Los inicios de Damien Chazelle en el cine no pudieron ser más prometedores, pues su «opera prima» fue «Whiplash», una exitosa cinta sobre los límites en la educación para conseguir la excelencia, con el trasfondo de una prestigiosa escuela superior de jazz. Su confirmación llegó con «La La Land», un inmediato clásico contemporáneo (todavía no se comprende como perdió el Oscar a mejor filme ante la inferior,y ya olvidada, «Moonlight», aunque Chazelle sí consiguió el de dirección) sobre una imposible historia de amor entre un talentoso músico de jazz y una aspirante a actriz. Pero como sucedía en su premiado largometraje, llegó el fracaso con su «The first man», donde abandonaba los temas que le habían otorgado celebridad para narrar los inicios de la carrera por el espacio, con el astronauta Neil Amstrong como personaje protagonista. Tras el espacial fiasco vuelve a su estilo musical favorito con esta interesante serie para Netflix titulada «The Eddy».
Un local del extrarradio parisino donde conviven los dos propietarios intentando sacar adelante el club y una banda residente que intenta hacerse un hueco en la procelosa industria discográfica. Un argumento, contado de forma nada amable que entronca más con «Whiplash» que con «La La Land», donde apenás aparece la «Torre Eiffel» y monumentos representativos de la capital francesa y más la vida, y la muerte, de la existencia en los suburbios. Chazelle dirige los dos primeros episodios, con una concepción interesante donde cada capítulo ofrece el protagonismo en el título a un personaje diferente: el dueño, su hija, trabajadores o músicos del local o la viuda de uno de los socios. Todos tienen vidas cruzadas, como en la soberbia película de Robert Altman, enlaces vitales que los unen, en un contexto de multiculturalidad y opciones sexuales, obligatorio en estos tiempos posmodernos que no han tocado vivir y que como en toda norma impuesta, algunas veces, resulta algo forzada. Ya sabemos que la censura, en ocasiones lamina opciones artísticas pensadas por sus creadores pero que se deben plegar a las exigencias del poder. De eso sabemos en España, con auténticos artistas de burlar censores franquistas como Berlanga o Bardem.
Aunque con eso, «The Eddy» es un producto que a pesar de su poso amargo, o tal vez por eso, se ve con agrado, merced a unos personajes definidos y que cumplen como estereotipos de los torturados músicos de jazz, quizás no tanto como el excelente Charlie Parker de Forest Whitaker en la obra maestra de Clint Eastwood «Bird» pero nos acaban resultanto profundamente humanos. Gente tocada con un especial talento pero con una maldición para encontrar la felicidad y salir de su mejorable situación financiera. Chazelle ha elegido un pesimismo del que ha hecho gala en sus primeros trabajos, junto con un tema, como el musical, que domina para salir del bache en el que ahora se encuentra, pues recordemos que Hollywood, muchas veces, no perdona las catástrofes en taqulla. Menos riesgo pero resultado que cumple, y que dota de un sello de autor, al gigante Netflix.
«The Eddy» no destaca en ningún aspecto pero tampoco desentona. Interpretaciones solventes y una puesta en escena adecuada pero lejos de la brillantez de realización montaje y ritmo de sus dos primeras obras, pues el tono de «The first man» era más tedioso. Aun así, propuesta que gustará a su público objetivo. Un segmento de población bien definido al que va dirigido y con el que Netflix amplía su nicho de mercado.
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