Dudo mucho que a estas alturas, nadie que tenga un mínimo conocimiento del mundo del heavy metal no conozca a los canadienses Anvil. Bien por sus discos y época de gloria en los 80, o porque aquella película documental los puso en boca de todos de nuevo. Y evidentemente no podemos negar que para Anvil supuso una vuelta a la actualidad. Pero a veces me da la impresión que la gente se queda con la imagen de unos pobres diablos arrinconados por la crueldad del negocio musical y la volatilidad de los fans y olvidan que hablamos de una banda con un puñado de discos más que recomendables y que en la primera mitad de los ochenta gozaron de un status en un heavy metal que gozaba de un magnífico estado de salud, si quizás no tanto a nivel de popularidad si de calidad. El caso es que Lips Kudlowv y Robbo Reiner -ahora con Chris Robertson al bajo- tienen nuevo disco un par de años después del recomendable -¿acaso alguno de sus discos no lo es?- “Pounding the pavement”.
No creo que sea necesario decir que este “Legal at last” suena y destila viejo heavy metal, de ese que a mi me enamora el alma como diría la Pantoja. A estas alturas ni ellos pretenden ofrecer otra cosa ni sus fans queremos que ni tan siquiera lo intenten o se les pase por el pensamiento. En una época en la que estamos comprobando con satisfacción como viejas bandas de heavy metal vuelven a la acción dejando buenos trabajos, Anvil no van a ser menos y ademas con tour incluido. Abre el disco la canción que le da nombre con un riff característico y una potente batería. “Nabbed in Nebraska” tiene un aire a lo Accept, ese estilo cortante propio de los alemanes. “Chemtrails” endurece el álbum con unas buenas guitarras y un ritmo más veloz. “Gasoline” casi roza el thrash en el estribillo alternando con una estrofa más pausada y oscura. “I’m alive” es muy ochentero, puro heavy metal americano de la segunda mitad de los ochenta.
“Talking to the wall” también mantiene ese halo clásico utilizando el recurso de una línea vocal agresiva y cortante frente aun ritmo continuado que marcan los instrumentos. “Glass house” tiene ese sonido de guitarras pre thrash al principio para ir bajando fiereza aunque ganando intensidad y coronar la canción con estribillo fenomenal. “Plastic in paradise” vuelve a buscar un sonido más pesado en detrimento de la velocidad recordando ese heavy rock primigenio de final de los setenta adaptado a las circunstancias del sonido de Anvil. “Bottom line” tiene una impronta más hard rock y un sonido clásico que podría mirar a los primeros ochenta en U.K. Sigue la potencia, esta vez de la mano, o de las guitarras, de “Food for the vulture” adoptando una línea vocal más agresiva. “Said and done” pone punto y final con un marcado riff de reminiscencia Sabbath y una melodía épica. No podía faltar el bonus track. “No time” es la canción en cuestión. Un buen ejercicio de potencia bien ejecutada. “Legal at last” es un disco que si lo tuyo es el heavy metal no te defraudará.
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