Ruben Fleischer saltó a la fama con su «opera prima» «Bienvenidos a Zombieland», una divertida película sobre un grupo de inadaptados luchando contra los muertos vivientes, con mucha sangre, actores reconocidos y un guion que funcionaba, sobre todo con la imaginativa idea de que en pantalla apareciese escrita las múltiples reglas que escribe uno de los personajes. Un éxito que le ha permitido una carrera estable pero irregular con títulos como «Gangster squad», la serie de televisión «Santa Clarita diet» y la fallida «Venom». Con esta secuela de su primer largometraje vuelve a sus orígenes y como «divertimento» funciona y nos hace pasar un rato entretenido.
Gran parte de culpa en este caso la tienen los productores, pues han decidido una continuidad en los puntos importantes, pues no solo repite Fleischer en la dirección, pues Rhett Reese y Paul Wernick vuelven a ser guionistas, manteniendo el tono de la primera entrega, potenciando las virtudes y conduciéndonos por localizaciones con encanto, pues pasamos de la «Casa Blanca» a «Graceland» para acabar en una comuna hippie que parece una de esas zonas seguras donde vivir en paz que se veían en la serie y los cómics de «The walking dead», que como sabemos eran «trampas mortales». Acertado planteamiento con dosis de «mala uva», pues los «pacifistas» parecen inútiles con grandes dosis de idealismo pero que resultan fraudes, pues uno de ellos hace pasar por suyos temas de Bob Dylan o Lynyrd Skynyrd y otro solo piensa en orgías. Nos recordó una impagable secuencia de «Mondo zombie», film independiente de J.R. Bookwalter y producido por Sam Raimi, donde unos manifestantes protestaban del trato dado a los «no muertos», hasta que estos aparecían y devoraban a los activistas. Y, además, sigue la estela de su predecesora proyectando las reglas de supervivencia en pantalla.
También mantiene el reparto original con Woody Harrelson, Abigail Breslin, Jesse Eisenberg y Emma Stone, con los dos últimos cuyo «cache» es muchísimo más alto que hace diez años, a los que se le suman Rosario Dawson o Zoey Deutch, en un rol de rubia estupida en las antípodas de la corrección política actual. Ellos potencian la trama, bien construida pero de donde no se puede sacar más y que, como es obvio, tiene múltiples secuencias delirantes que si las tomamos en broma nos despertará simpatía y si escarbamos un poco en la superficie observaremos errores y resoluciones de conflictos previsibles e infantiles.
Aun así, con todos sus defectos, la hora y cuarenta minutos de «Zombieland: Mata y remata» pasa en un suspiro, lo que denota ritmo y su falta de pretensiones consigue que se vea con agrado y que no deseemos la muerte de los protagonistas, cosa que suele pasar cuando estos resultan irritantes, como nos sucedió hace poco viendo la última de Rob Zombie «3 from hell», donde los mismos tipos que asustaban en la estupenda «La casa de los mil cadáveres» en esta deseabas que fuesen ejecutados cuanto antes, sobre todo Sheri Moon Zombie «jugando» a ser Harley Quinn. Con los de la cinta de Fleischer, sin poseer una profundidad psicológica, se tiende a empatizar más.
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