En la primera mitad del siglo XIX, Thomas De Quincey escribía una joya del humor negro y la ironía con «Del asesinato considerado como una de las bellas artes», donde se pronunciaba una conferencia ponderando a unos psicópatas en una cena de gala ante una sociedad para el estudio y conocimiento del crimen. Una obra maestra que se podría enlazar con otras dos novelas como su autobiografía «Confesiones de un opiámano inglés» y «Suspiria De Profundis» y sus celebérrimas tres madres llevadas al cine por Dario Argento (y recientemente en el remake de Luca Guadagnino). Conociendo el gusto por la erudición de Lars Von Trier no sería de extrañar que el primer libro reseñado sea el punto de arranque de esta nueva cinta.
Cinco años han tenido que pasar desde «Nymphomaniac» para estrenar «La casa de Jack», una historia dura y desagradable (una constante en su carrera) con muchos elementos autobiográficos. Tomando como excusa a un frustrado arquitecto convertido en asesino en serie, el tal Jack conversa con otra persona sobre la naturaleza de sus actos y la genialidad de sus horrorosos crímenes, cosa que une a la película con esa categoría artística que sugería la serie «Hannibal». Los homicidios, sin necesidad de mostrar demasiado, son de una crueldad extrema y es complicado que alguien se pueda sentir representado por su protagonista, punto que ha desarrollado el realizador danés a lo largo de su trayectoria (ejemplos hay múltiples desde «Dogville» a «Bailar en la oscuridad» pasando por «Melancolía» o «Rompiendo las olas»). No es la única pauta que mantiene, pues «La casa de Jack» también está dividida en capítulos (en este caso, cinco y un epílogo), uniendo su atroz argumento con una pléya de de referencias culturales; desde el genio interpretando a Bach de Glenn Gould, las pinturas de William Blake hasta la mismísima «Eneida», conversando con Virgilio y el infierno de Dante (sobrecogedora es la secuencia donde una casa construida con cadáveres sirve de puerta al infierno). Y todo este despliegue parece escrito para una secuencia donde reivindicarse a él mismo, al discutir sobre la perfección y empezar a mostrar varias imágenes de su filmografía. Una cosa de un narcisismo bestial pero bien enlazada y a la altura de pocos directores.
Y es que como en buena parte de su cine, «La casa de Jack» se toma todo con tranquilidad (dura algo más de dos horas y media) y seguro que generará tantas filias como fobias, pues Lars Von Trier no suele dejar a nadie indiferente, aunque casi nadie pueda dudar de su talento en la puesta en escena (otro punto es lo que cuenta). «La casa de Jack» posee momentos de genialidad absoluta con otros donde chirría ese intentar epatar en cada plano, en cada secuencia. Y eso que lo plantea desde el cine de terror, como al inicio de su carrera con «Epidemic» o «El elemento del crimen» pero más que dando miedo lo que busca es asquear al espectador aunque sin utilizar demasiado gore y utilizando un humor negrísimo a lo Thomas De Quincey, que lo mismo le sirve para hacer «autobombo» o atacar temas sensibles como el nazismo (que tantos problemas le generaron en Cannes con unas frases sacadas de contexto) o la misoginía, ya que hasta el final (y encima se regodea en un diálogo) Jack solo mata a mujeres estúpidas, algo que enlaza con «Anticristo» donde la moraleja que se podía sacar era que las féminas son malas y están locas, aunque bien contado y con unos cuantos toques de Andrei Tarkovski (como en «La casa de Jack», donde aparece una habitación que recuerda a la del centro de «la zona» en «Stalker»). Y en todo este banquete cruento, que empieza con un largo fundido a negro con dos hombres hablando, destaca la figura de Matt Dillon que consigue una de sus mejores interpretaciones y que se convierte en el absoluto protagonista de este delirio que aun así consigue interesar y que demuestra que a lars Von Trier le da igual lo que se piense de él o de su cine. Siempre consigue rodar la película que le apetece y contar todo con la puesta en escena que le venga en gana aunque sea de una incorrección política digna de encomio.
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