Recuerdo que el primer «Halloween» que vi en una sala de cine fue su cuarta parte, creo recordar que en el Arlequín de Madrid, siendo adolescente. Las tres anteriores las había visto en soporte doméstico pero al entonces joven cinéfilo que veía todo lo que podía en pantalla grande le sorprendió varias cosas en su cartel, el nombre de su productor en letras de gran tamaño (Moustapha Akkad) junto al de su protagonista principal, Donald Pleasance como el Dr. Loomis, actor que no solo me había impresionado en su primera entrega, sino que en terror le tenía presente con sus papeles en «Cul de sac» de Polanski o el «Phenomena» de Dario Argento que había visto poco tiempo antes. El otro punto importante en la película de Dwight H. Little era el subtítulo que decía «estreno simultáneo con Estados Unidos». En aquellos finales de los ochenta eso era extrañísimo, ya que lo habitual era retrasos de varios meses, o incluso años, en salas comerciales y en video eso se dilataba aun más. No era una mala cinta de horror y, por supuesto, superior a las psicotrónicas historias que prosiguieron (aunque la tercera también se postulaba a argumento demencial) hasta llegar a las más que competentes entregas de Rob Zombie. Por ello, las críticas recibidas de esta secuela entroncando con la original y con todo tipo de parabienes vaticinaban un espectáculo maravilloso para el amante del horror y del «slasher» puro. Eso sí, el resultado una vez visto se puede calificar de irregular alternando momentos brillantes con otros delirantes y complicados de defender.
El guion elimina de un «plumazo» las nueve continuaciones a la primera de 1978, traslandándonos al Haddonfield actual donde Michael lleva recluido cuarenta años en un psiquiátrico y donde tras un accidente de trafico al ser conducido a otro centro, vuelve a por Laurie y su familia, dejando un reguero de cadáveres por donde transita. Se agradece mantener la idea de que Myers regrese a por su familia, «leitmotiv» de casi toda la saga (a excepción de la fallida «Resurrection» o la extrañísima «Halloween III: el día de la bruja»), encarnada en nada menos que tres generaciones y la puesta en escena de David Gordon Green tiene momentos de tensión, con un impagable plano secuencia, el mostrar al asesino sin máscara pero desenfocado, de espaldas o con su rostro oscurecido, por lo que crea terror sugiriendo más que mostrando hasta que se vuelve a cubrir la cara tras una espeluznante escena en un lavabo de una gasolinera. A este buen tino hay que sumar la «vuelta de tuerca» que da el propio Carpenter a su banda sonora, que sigue siendo maravillosa y el empaque de la producción, que parece con más presupuesto del real, cortesía de una productora como Blumhouse, especialista en horror y unos actores competentes donde destaca Jamie Lee Curtis pero también secundarios como Judy Greer, Will Paxton y un descubrimiento como Andi Matichak, único adolescente que no dan ganas que muera rápido y de forma horrible. En el debe, sobre todo el guion, pues Danny Mc Bride se pierde en más de un momento, con un final delirante, imposible de defender, aunque con un guño al pasado al caer Laurie por la ventan para desaparecer segundos después, justo a la inversa que en «la noche de Halloween» de 1978 y un imposible nuevo Dr. Loomis, con un giro final digno de la película que le dio a conocer; «Superfumados». Tras eso, hasta podemos disculpar a Laurie Stode convertida en un híbrido entre la Sarah Connor de «Terminator» y la Lara Croft del videojuego «Tomb Raider».
Es entretenida, tiene momentos buenos y los irrisorios los perdono por retrotraer durante hora y tres cuartos a ese joven que en 1988 veía ese «Halloween IV», con ese Moustapha Akkad presenta. Como curiosidad, aquí aparece en la dedicatoria, al producir hasta su muerte en un atentado de Al Qaeda en 2005 toda la saga y dirigir dos fracasos como «Mahoma, el mensajero de Dios» y «El león del desierto», pero como todo es cíclico ahora quien presenta es Malek Akkad, hijo de Moustapha y quien ha tomado el testigo desde entonces.
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