Han Solo: una historia de Star Wars es la típica película que nunca hubiera debido rodarse. Así de claro. Es totalmente innecesaria y prescindible. Si ya George Lucas acabó con el misterio que rodeaba a Darth Vader en los olvidables episodios I, II y III, ahora los de Disney se empeñan en destriparnos el origen del personaje más carismático de la franquicia: Han Solo. Un error. No hacía falta, de verdad, y menos si el resultado es así de inocuo. La cosa va de guiños y homenajes fácilmente reconocibles por los fans de la saga, pero no aporta nada nuevo destacable. Ni la historia atrapa lo suficiente ni el personaje de Han Solo destila el carisma que lo hizo mítico en la trilogía original. Este Han Solo no es ese pícaro contrabandista de nuestra infancia. Ese carismático sinvergüenza que se ocultaba bajo una fachada de cinismo ha sido sustituido por un niñato. Harrison Ford ya no está y a Alden Ehrenreich le faltan toneladas de carisma. Amén de ser menos expresivo que un clavo oxidado. Lamentable elección del actor protagonista. Ni siquiera es guapo (en mi opinión) ni se parece a Ford.
Supongo que para que el resultado haya sido así de desastroso también habrá tenido algo que ver que el 80% del metraje rodado por los directores originales (Phil Lord y Chistopher Miller, responsables de la estupenda LEGO Película) fue desechado y vuelto a rodar parcialmente por el siempre eficiente y cumplidor (pero poco más) Ron Howard. Parece ser que lo rodado por Lord y Miller era demasiado arriesgado. Probablemente era lo que todo fan de la saga hubiera querido ver, pero Disney piensa más en la taquilla y decidió despedirlos a tres semanas de finalizar el rodaje. Si ya Rogue one tuvo muchos problemas en el rodaje y la sala de montaje que acabaron plasmándose en pantalla, lo mismo se intuye en Han Solo. Un continuo cambio de manos para convertirla en un producto que no arriesga ni un ápice.
Han Solo es un film descafeinado y vacuo. Otro producto vacío de Disney para reventar taquillas pero que no pasará a la historia. Entretiene, sí, pero se olvida cuando se encienden las luces. No deja poso. Le faltan la personalidad y la ironía que uno esperaría a estas alturas. Sirve para mostrarnos lugares ya conocidos y contarnos cosas que no necesitábamos saber. A mí la carrera Kessel me importa un bledo, así como cuando Han conoció a Chewbacca o Lando Calrissian (quizás el personaje más logrado del film). Llevábamos 40 años sin haberlos visto y así podríamos haber seguido otros tantos. Prefiero imaginármelo yo a que unos mercenarios me vengan 4 décadas después a contármelo. No cuela. Además, son incapaces de contarnos nada nuevo que valga la pena. Todo resulta bastante anodino, una pena. Quizás sí funcione para las nuevas generaciones, pero los que crecimos con Star Wars necesitamos algo más que guiños. Más que expandir el universo Star Wars, parece que Disney únicamente quiere exprimirlo. Por mucho que aparezca Emilia Clark (la madre de los dragones) en papel de Qi’ra (nula química con el tocho de Alden Ehrenreich) o que Woody Harrelson resulte divertido con peluquín, la película nunca deja de parecer un pastiche que llega tarde. Un quiero y no puedo.
La gallina de los huevos de oro de Star Wars todavía puede generar mucho dinero, pero en mejores manos y con historias mejores. Por favor. Quizás sea hora de ir dejando a la saga galáctica en paz. Mucho me temo que Disney no piensa igual.
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