Los hay buscando reconocimiento,
pero todo se reduce al hecho
de en qué has empleado tu vida.
Como cuando eras niño
y tu compañía no te era extraña,
construías una cabaña y observabas
a los insectos bullendo nacarados bajo la piedra.
Después alguien levantó la tuya
y en esa intemperie te agitabas nervioso.
Otra hoja se había unido al clamor del bosque
y arrancado,
te tambaleaste en el aire, cayendo
al silencio de la tierra.
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