Nadie se percató o reclamó que en los especiales de Pink Floyd que fui desgranado con amor y pasión faltara The Division Bell. Con la visita de Roger Waters a España y la parroquia Floydiana revolucionada es buen momento para hablar de este disco que supuso el broche de oro para una carrera que marcó y marcará la historia de la música.

Si estuve tan critico con Endless River es justamente porque ese disco enturbiaba la grandeza de The Divison Bell, una magnificencia que llega desde el instante que uno contempla su portada digna de las grandes obras del grupo. Otra magnífica obra de Thorgerson, con esas dos estatuas de dos perfiles que se convierten en una sola cara. Un disco que conllevó una monstruosa gira patrocinada por Volkswagen, que lanzó una serie limitada de sus famosos Polos bajo el nombre de Pink Floyd.

Sí, no estaba Waters, pero seamos sincero en este trabajo se le echó poco de menos. Es más, el disco tiene una alegría y un entusiasmo que normalmente Waters ya ni quería ni podía aportar. Fue el decimocuarto álbum de estudio de la banda tras el irregular A Momentary Lapse of Reason. El disco empezó a fraguarse durante el principio del año 1993; el amor flotaba en el aire: Gilmour tenia nueva esposa Polly Samson y el nuevo bajista Guy Pratt se convirtió en el novio de la hija de Rick Wright. Bajo dicha atmósfera de amor y fraternidad, la música fluyó como hacia tiempo que no lo hacia, y el fruto fueron mas de 65 piezas de música; para hacer la selección, la banda eligió el mejor método que el hombre ha inventado: el de votar. Cada miembro emitió sus votos para cada pista, hasta llega a tener unas 27 piezas musicales de las que, finalmente, quedaron quince tras un corte pega para después volver a recortar y dejarlo en once canciones. Hay que reconocer que Wright dio su brazo a torcer con la cuestión de las votaciones, ya que solo otorgaba la máxima votación a sus composiciones.

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La mayoría de los temas trata sobre el dialogo y todo tipo de factores relacionados con la comunicación en sí, por lo que puede considerarse una temática completamente contraria de The Wall, que trataba precisamente de la ausencia de comunicación. Pero, a pesar de “tanta comunicación”, también hubo parte de fricción entre los miembros de la banda y el productor Bob Ezrin a causa de la presencia demasiado omnipresente de Polly Samson, que terminó co-escribiendo siete temas. La verdad es que habían pasado seis años de silencio únicamente interrumpido por un álbum en directo llamado Delicate Sounds Of Thunder, que era un mero tramite para rellenar las arcas de la banda, y una banda sonora para la Carrera Panamericana. Una copia de Delicate Sounds… viajó al espacio en el Soyuz 7” nunca llegarían tan lejos!

El disco constaba de una gran cantidad de invitados que sinceramente no aportaban gran cosa salvo el prestigio de codearse todos en un disco de Pink Floyd. Hasta la voz robótica del científico inglés Stephen Hawnking colabora en el tema “Keep Talking”.

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«Cluster One» es el que inicia el álbum, es un instrumental atmosférico como sólo Gilmour tiene la patente, magistral y soberbio, sirve para establecer el tono general del disco, donde se desarrollaran temas de gran belleza, llenos de momentos relajantes, otros agridulces y pensativos, pero siempre con la belleza inconfundible de Pink Floyd. La letra de “Poles Apart” se puede interpretar como David Gilmour hablando con Syd Barrett en la primera estrofa y con Roger Waters en la segunda estrofa. David parece brillar mejor con la acústica, dotando una calidad orgánica pura cargada de emoción varias veces a lo largo del disco.

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David Gilmour posiblemente estuviese en su mejor momento. Sólo hay que escucharlo en el instrumental «Marooned» y el solo al final de «High Hopes» para quedarse boquiabiertos. El disco contiene, además, muchos guiños a sus anteriores trabajos, sutiles como el solo con talk box en “Keep Talking» a semejanza de «Pigs(Three Different Ones)», o los cantos de ballenas imitados por Gilmour en su guitarra en “Echoes” y aquí presentes en “Marooned». Asimismo, desde Obscured By Clouds con el tema “Stay” Wright no cantaba. Aquí comparte composición con Anthony Moore, del grupo Henry Cow, en el tema “Wearing the Inside Out”.

En el penúltimo tema, “Lost for Words”, muchos han visto mensajes de Gilmour hacia su antiguo compinche como, por ejemplo, en medio de la canción, donde podemos escuchar los sonidos de un combate de boxeo y el arbitro declarar «The winner… by a knockout» (¿referencia al fracaso comercial de la carrera de Roger Waters?). Asimismo, al final del tema David, canta “ So I open my door to my ennemies / and I ask could we wipe the slate clean / But they tell me to please go fuck myself / You know you just can’t win”. Cada uno que interprete lo que quiera.

Lo cierot es que Gilmour, Richard Wright y Nick Mason proporcionan las partes imprescindible para que la banda suene a Pink Floyd a pesar de las acusaciones de un Roger Waters, queriendo quitar credibilidad con sus insinuaciones. Cuidado, no soy un enemigo de Roger Waters, pero realmente este álbum es sublime.

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Desde su lanzamiento, The Division Bell parece dividir los fans de Pink Floyd en dos grupos: los detractores dicen que es un disco lento de letras poco claras e innecesario. Pero, por otro lado, el álbum recuerda mucho a Obscured by Clouds y Meddle, que son dos obras imprescindibles que parecen no ser tan coherentes como otros discos de la banda, pero con un contenido musical mucho más variado, justamente lo que D.B contiene. No quisiera olvidarme de mencionar las orquestaciones exquisitas de Michael Kamen, que son el perfecto complemento a la grandilocuencia moderada que tienen las composiciones. The Division Bell no es solo uno de los mejores álbumes de Floyd, es uno de los mejores finales de la historia de una banda. Lástima que Endless River viniese a enturbiarlo.

by: Laurent Berger

by: Laurent Berger

Tsi – Na – Pah estudió Bellas Artes y más tarde cocina. Actualmente recorriendo Andalucía vendiendo y comprando viejos vinilos. Apasionado del rock progresivo y del rock americano de los setenta. Colaborador en distintas revistas musicales y tiendas de música en la época donde se vendía música de verdad.

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