Is This The Life We Really Want? Esta es la pregunta que nos planteaba a mediados de 2017 Roger Waters cuando, por fin, tras años de silencio, volvió a meterse en un estudio de grabación para volver a demostrarnos que es uno de los grandes iconos del S.XX. Una pregunta que ayer sobrevoló el Sant Jordi en el segundo de los conciertos ofrecidos en Barcelona en el que ha sido el inicio de su gira US + THEM 2018.
Y es en el pasado 2017 cuando no sólo se decidió a volver a sacar un disco en solitario, sino que, de una vez por todas, decidió aparcar a un muro que ya no daba más de sí y, quien sabe si picado en el amor propio por la magnífica gira que en estos últimos años se ha marcado David Gilmour en la que, tal como ya te contamos en su momento, decidió que era hora de volver a reivindicar toda la grandeza de Pink Floyd. Y es ahora, en este 2018, cuando Waters, en la que posiblemente vaya a ser su última gira (el paso del tiempo no perdona) ha decidido mostrar al mundo que fue su mente donde se fraguó la que, sólo con permiso de los Zep, ha sido la gran banda de la historia del Rock, y es por ello que a lo largo de las dos horas y cuarenta y cinco minutos, con 20 minutos de descanso entre set, pasa a centrarse en esa Santa Trinidad del Universo Waters que son The Dark Side of the Moon, The Wall, y Animals, sin olvidarse de un par de temas del Wish you were here, uno de ellos, el «Welcome to the Machine», que sí es 100% perteneciente a ese Universo, mientras que el otro, el tema que da título al disco, es de obligado cumplimiento que salga en el set, aunque, tal como ocurre con el que se encarga, tal como hizo Gilmour en su gira, de cerrar el concierto, es en esos momentos cuando la alargada sombra de Dave sobrevuela todo el recinto.
Y son esos tres discos, esas monumentales obras maestras del Rock, los encargados de hacernos emprender un viaje en el tiempo y de que seamos participes de un concierto grandioso de principio a fin con un set compuesto de veintidós canciones, de las que dieciocho llevaban marcadas a fuego las iniciales PF, mientras que las cuatro restantes correspondían al reciente trabajo de Roger, y si bien es posible que aparezcan criticas comentando que su inclusión en ese aquelarre floydiano no hace nada más que romper el esquema, para los que nos gusta que alguien, en una sociedad tan confortablemente adormecida en la que nos encontramos, alce la voz en contra de los derroteros sociales y políticos en esta sociedad en la que estamos, consideramos, o al menos es mi caso, que estas cuatro canciones, viniendo de donde vienen, se integran perfectamente en esa atmósfera que ayer Waters nos planteó en el Sant Jordi.
Con veinte minutos sobre el horario previsto, cosa que también pasó en el primero de los dos conciertos programados en Barcelona, en un arranque fulgurante en el que ni una sola palabra, ni un buenas noches, dirigida a los asistentes al concierto, Waters se limitó a transmitir por medio de su música y de toda esa parafernalia audiovisual solo al alcance de los más privilegiados. Una hora que concluía de manera espectacular con «Another brick in the Wall» con un recinto ya rendido a los pies del alma mater de Pink Floyd, y que nos dejaba expectantes ante una segunda parte que ya se intuía iba a ser excelsa. Y vaya si lo fue…
Una segunda parte donde Waters desencadenó ante nosotros una muestra de rabia y ganas de lucha impropias de un tipo que ya supera las setenta primaveras y poseedor de una cuenta corriente que todos quisiéramos, pero Roger Waters es eso, alguien que con 34 años manufacturó un Animals, y con 36 un The Wall, un tipo que no se calla y si considera que tiene que alzar la voz desde su privilegiada atalaya, no duda ni un segundo en hacerlo. Una segunda parte en la que antes que sonara una sola nota, con la sola aparición majestuosa, estelar, de la Battersea Power Station que acabó cubriendo el recinto, todos sabíamos lo que se nos venía encima (nunca mejor dicho). Sí, una majestuoso, grandioso, espectacular… (vayan adjetivando como mejor les plazca) «Dogs» dio paso a un «Pigs (Three Different Ones)» con el que Waters escupió toda su rabia a Donald Trump y toda su corte (M. Rajoy incluido) de compañeros de viaje. Ese «Pigs» de ayer son de esas cosas que uno tardará tiempo en olvidar, pero la cosa no acababa así tras el paso por el «Animals», no, había más, y mientras es gigantesco cerdo seguía sobrevolando nuestras cabezas, le tocaba el turno a «Money» para que Waters y banda siguieran por la misma senda de reivindicación.
A continuación cambio de tercio, y si antes eran los dirigentes y sus acciones las que habían sido protagonistas, ahora tocaba centrarse en el pueblo mundano con un «Us and Them» que acabó convirtiéndose en otro de los grandes momentos de la noche. Una última vuelta al nuevo disco con esa preciosidad que es «Smell the Roses», para regresar al Dark con esas dos joyas que son «Brain Damage» y «Eclipse», sólo capaces de ser creadas en la mente de un genio, que nos llegan acompañadas por otra vuelta de tuerca en lo que al aspecto audiovisual se refiere y es que ante nosotros se despliega la mítica portada del disco. De nuevo el espíritu de los Floyd vuelve a empapar nuestros poros para recordarnos toda la grandeza del grupo. Todo el Sant Jordi puesto en pie, minutos de aclamación y vítores que parecen no cesar, un Waters emocionado y casi sin poder articular palabra nos conducen al último momento reivindicativo de la noche en el que tiene un recuerdo a ese trío que horas antes, sin el amparo de las Naciones Unidas, habían decidido tomar represalias contra el dirigente de Siria, con la aparición de una extraordinaria «Mother» que a su fin ya lo dejaba todo en manos de la obra magna de Pink Floyd para dar colofón a una noche histórica, y que podía incluso a llegar a más si «Echoes» se hubiese colado en el set.
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