El horror: Amaia Montero vuelve a La Oreja de Van Gogh

 No lo voy a negar: nunca me gustó La Oreja de Van Gogh. Ni el nombre, que suena a ocurrencia de estudiante de Bellas Artes después de tres tintos de verano. Ni su música. Blandita, ñoña, inocua… y precisamente por eso triunfaron en aquella España de finales de los 90 que se alimentaba a base de azúcar. 

 Para mí, La Oreja de Van Gogh no fue nunca un grupo, fue un producto. Marketing puro. Todo tan medido, tan aséptico, tan listo para gustar a todo el mundo, que acabaron gustando a nadie con criterio. De hecho, ni siquiera grabaron ellos los instrumentos de su primer disco, una metáfora perfecta del pop prefabricado. Un conocido me contó que un miembro del grupo le confesó que, cuando firmaron con una discográfica, ésta les había dado 100.000 pesetas para comprarse ropa en unos grandes almacenes. Maravilloso. ¿No tenían personalidad ni para elegir una camiseta por su cuenta? Ideal para una industria que entonces vivía su edad dorada: cero autenticidad, cien por cien envoltorio. Operación Triunfo ni existía aún, pero el espíritu ya estaba ahí, esperándolos con un lazo rosa. Y Amaia Montero… ay, Amaia. Su voz era como una indigesta nube de algodón de azúcar que alguien había metido en un megáfono. Eso sí, creo recordar que se marcó una frase legendaria: “Desde que descubrí Photoshop, ya no hago dieta.” Aplausos. Honestidad pop al cuadrado.

Confieso que cuando Amaia se fue en 2007 dejando a sus fans con la carita empapada, yo lo celebré. Tonto de mí. Pensé que el grupo y el suplicio se acababan. Pero no. Error de cálculo: Amaia se lanzó en solitario, el grupo contrató (sí, contrató) a Leire Martínez tras su paso por talent show Factor X, y nos quedamos con doble ración de almíbar aunque mitigada por una exposición mucho menor. Y ahora, agárrate: casi 20 años después Amaia vuelve a La oreja con una gira en 2026. Todo precedido de una maquiavélica campaña de marketing. Leire fue despedida (sí, despedida) de mala manera en 2024 y unos meses después la ex vocalista resurgió cual ave fénix cantando Rosas en un concierto de Carol G que encendió las redes. Los rumores corrieron como la pólvora. España quedó partida en dos como en la guerra civil, team Leire vs. team Amaia. Y claro, algún ejecutivo con la cabeza llena de símbolos del dólar tuvo una epifanía: “¡Reunión del grupo con su cantante original! ¡Gira 30 aniversario!” Como si los 17 años con Leire hubieran sido un mal sueño. Traducción: llamemos a la nostalgia, que todavía paga entradas. Dicen que Pablo Benegas, guitarrista y compositor, no participará en la gira porque era team Leire. Pues nada, un grupo cojo sobre el escenario, pero el público ni se enterará. Total, la mitad solo va para subir stories.

En el fondo, todo esto tiene sentido: el pop vive de la nostalgia y del morbo. Lo mismo que pasó con Oasis. No importa si los hermanos Gallagher se odiaban, mientras las canciones sigan sonando a “los viejos buenos tiempos”. Porque, seamos sinceros, no hay herida que no se cure con un fajo de billetes y una buena gira de reencuentro. Y como digo aquel genio: «Poderoso caballero es Don Dinero.»