Es curioso pero desde que el «brexit» fue la opción más votada en el Reino Unido proliferan como «setas en primavera» películas de tono patriótico y que, como es lógico, suelen estar ambientadas en la Segunda Guerra Mundial y en la posterior posguerra. Así, a vuelapluma», recordamos la extraordinaria serie «The crown» (https://rockthebestmusic.com/2017/04/critica-la-primera-temporada-the-crown.html) o la no menos extraordinaria cinta «Dunkerque» de Christopher Nolan (https://rockthebestmusic.com/2017/07/dunkerque-christopher-nolan-critica.html) con la que comparte el honor de encontrarse en la terna final por alzarse con la codiciada estatuilla hollywoodiense al mejor filme del año. Cosa que no creo que suceda aunque es complicado que se vaya de vacío, pues parte como favorita en las categorías de actor y maquillaje dentro de las seis candidaturas que ntiene a los próximos Oscars.
El encargado de la dirección es Joe Wright, un británico que sorprendió a propios y extraños con su «opera prima», un «Orgullo y prejuicio» que elevaba a los altares cinematográficos la obra de Jane Austen, merced a una puesta en escena inenarrable donde mezclaba el clasicismo junto con ideas renovadoras como el excelente plano secuencia inicial o la escena del baile donde se visualizaba los sentimientos de los personajes. Golpes e ideas que ha seguido trasladando a sus largometrajes como el impresionante plano secuencia en la playa de Dunkerque en «Expiación» (sin duda lo mejor de una irregular cinta) o el baile en «Ana Karenina», historia bien planteada con tono teatral pero que acababa siendo demasiado artificiosa. Aun así, Wright era un creador a tener en cuenta hasta el batacazo de «Pan: viaje a nunca jamás» que solo consiguió olvidar dirigiendo para televisión el primer episodio de la tercera temporada de «Black mirror» titulado «Caida en picado» y que, en nuestra opinión, es uno de los mejores de la serie aunque «San Junipero» tuvo mejor aceptación. Ahora vuelve con este drama casi hagiográfico sobre la figura de Winston Churchill a la hora de decidir si seguir a Neville Chamberlain y su idea de pactar con los «nazis» o «combatirlos en cada calle, cada rincón, cada colina o playa» como explica en su célebre discurso final. Todo narrado con una puesta en escena ágil, con ideas bien plasmadas como el calendario que pasa sus días en pantalla y mezclando de forma acertada los planos generales y los medios y primeros, pues todo el metraje gira en torno al personaje de Churchill, dejando a los secundarios como meros espectadores, tanto a la esposa que interpreta la siempre eficaz Kristin Scott Thomas o la secretaria obnubilada por la figura del primer ministro y que encarna Lily James, a la que se empezó a conocer por su personaje de «arisdtócrata rebelde y caprichosa» en «Downton Abbey», aunque está claro que todo el lucimiento es para Gary Oldman que ataviado con una inverosímil prótesis realiza un trabajo encomiable, demostrando todo su talento. De hecho, hasta su nominación por «El topo» se decía que era el actor con más talento nunca candidato al Oscar, como sucedía con Glenn Close hasta «Albert Nobbs». Y esto que parece una virtud, se convierte en su mayor defecto pues no existen otros roles que doten de prestancia al resultado final sino que el guion de Anthony Mc Carten convierte al resto en meras comparsas, aunque todo de una pulcritud y técnica brillante encabezados por la fotografía de Bruno Delbonnel jugando con los claroscuros y los tonos grises, con lo que parece en algunos momentos un homenaje al cine en blanco y negro de los cuarenta y el audaz montaje de Valerio Bonelli, junto a la banda sonora de Dario Marianelli, buena como siempre pero menos arriesgada que en otras ocasiones, como sucedía en «Orgullo y prejuicio», «Expiación» o «V de vendetta».
Sin ser la película definitiva y menor en comparación a las antes citadas «The crown» y «Dunkerque», donde por cierto, es importante Churchill tanto como personaje en la serie de Peter Morgan (con un muy buen John Lithgow) y con el discurso final en la de Nolan, es un más que aceptable filme con unas cuantas cosas destacables aunque dentro de un tono gris, tanto como la fotografía de Delbonnel.
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