El caso Amityville es uno de los crímenes más horrendos en la historia reciente estadounidense donde el joven Ronald De Feo asesinó con una escopeta a sus padres y hermanos alegando que unas voces provenientes de la casa le obligaron a hacerlo. La tragedia fue apropiada poco después por el cine, convirtiéndose en uno de los seriales más importantes sobre •»casas encantadas» con doce películas y algún «remake», de entre las que destaca la primera «Terror en Amityville» dirigida por el brillante Stuart Rosenberg («La leyenda del indomable» o «Brubaker») donde la tensión era constante, incluyendo una inclasificable relación con la hermana adolescente que con la nueva ola de puritanismo actual sería prohibida y que continuó con dos secuelas interesantes realizadas por Damiano Damiani y un Richard Fleischer en sus últimos trabajos. Por desgracia, la franquicia fue bajando de nivel hasta acabar las últimas siendo estrenadas directamente en soportes domésticos y el fallido «remake» de 2005.
Aun así, el nombre de la siniestra morada sigue despertando pasiones por lo que Hollywood sigue empeñado en extrujar el mito hasta agotarlo, por lo que nos llega ahora este «Amityville: el despertar» que no va conseguirá hacer olvidar el original, aunque como detalle los jóvenes protagonistas vean en el salón de la «casa maldita» la cinta de 1979, con James Brolin, Margot Kidder y Rod Steiger (sin olvidar la inquietante banda sonora jazzística de Lalo Schifrin). Un momento de homenaje con el que intenta enlazar el caso de Ronald De Feo con la actualidad donde una familia sin figura paterna llega al hogar de los horrores con la madre, un hijo en coma, una adolescente rebelde y su hermana pequeña. Tal vez, este intento de conexión es lo más interesante de la cinta y donde su responsable Frank Khalfoun, autor de otro «remake» destacado de esos primeros ochenta como «Maniac», cuyo resultado final es mejor que la película que nos ocupa, sugiere una presentación que parece que va a ofrecer más de lo que nos muestra en el desarrollo. Una presentación que amaga con un buen suspense pero que acaba perdiéndose en los «lugares comunes» del cine de terror adolescente, con golpes de efecto subiendo el volumen y situaciones inverosímiles que lastran cualquier capacidad de generar miedo hasta su hilarante final, merced a una descripción de personajes que tampoco ayuda, todos llenos de estereotipos, encabezados por la protagonista Bella Thorne, con un papel de «rebelde sin causa» contra todo y todos, típica imagen de esa juventud de hoy en día que odia a cualquiera que no sea ella desde la comodidad de su «burguesa vida» y que en el colmo de los ridículos suele triunfar merced no a su esfuerzo sino a su capacidad innata de solucionar problemas mediante la testarudez y la irresponsabilidad. A Thorne le acompaña una envejecida Jennifer Jason Leigh, lejos de sus tiempos de estrella en la década de los noventa. El tiempo pasa para todos, incluso para este mito del cine de horror donde estos tiempos de moral políticamente correcta dejan al clásico de finales de los setenta con más vigencia y menos antigüedad que este estreno del 2017.
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