Seguimos con el repaso a películas coreanas que bien vale la pena conocer. Para hablar del último remake o secuela venido de Hollywood ya hay muchos otros sitios en la red. El coreano Kim ki-Duk (El arco, Primavera, verano, otoño, invierno y… primavera) es un director especializado en romper los tabúes de la sociedad. Sus historias no siempre resultan fáciles, el espectador occidental debe hacer el esfuerzo de meterse en la historia y aceptar como creíbles las premisas de su cine. Una vez que este paso se ha logrado, nadie ha dicho que sea fácil, podemos disfrutar de un estimable ejercicio de buen cine.
En Hierro 3 nos narra la peculiar historia de un joven que entra en las casas mientras los dueños están fuera y se dedica a vivir en ellas durante unos días. Este arriesgado modo de vida nómada se verá alterado cuando el okupa se encuentra con su alma gemela (o más bien ella le encuentra a él). Ambos descubren que están hechos el uno para el otro, se respetan mutuamente y no le pertenecen a nadie. Son almas heridas que ansían libertad. Ellos eligen libremente llevar esta vida, sin hogar fijo y sin palabras de por medio. Son libres a su manera, nada les ata a ningún lugar ni a ninguna persona. Me gustó cómo ellos ordenan la realidad de otra manera, hecho que se plasma en las modificaciones que realizan de las fotos. Obviamente, la sociedad intentará acabar con su forma de vivir, imponiendo sus estrictas normas. Nuestra pareja protagonista deberá agudizar el ingenio y sus habilidades para burlar el férreo control de la sociedad para ser felices. Por cierto, a pesar del título internacional, Hierro 3 no es una secuela. Se llama así por un palo de golf que raramente se usa. El título en coreano significa Hogares vacíos.
Por medio de esta curiosa historia, Kim ki-Duk ataca lo que él considera defectos de la sociedad actual: la propiedad privada (tanto de bienes como de personas) y la palabrería que muchas veces se interpone entre las personas. La pareja protagonista no necesita un hogar fijo ni hablar entre ellos. Kim ki-Duk se sirve de miradas y gestos para plasmar esta peculiar historia de amor. Igualmente Kim ki-Duk ataca el maltrato a las mujeres y la brutalidad policial (por poner sólo dos ejemplos), que se pueden considerar como consecuencias de la propiedad privada. Ki-Duk parece una vez más a favor de salirse de las férreas normas de una sociedad represora y vivir al margen, creando un microcosmos muy particular. Ya he dicho que puede no ser fácil sintonizar con el cine de este autor, pero creo fervientemente que vale la pena darle una oportunidad.
Con pocas líneas de diálogo y mucha sensibilidad Kim ki-Duk nos ofrece otro estupendo film. Dale una oportunidad.
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