Complicado, muy complicado hablar de este Blade Runner 2049. Terriblemente difícil tomar la dirección adecuada. Dos son las opciones que se pueden barajar a la hora de abordar una aproximación al nuevo trabajo del siempre interesante Villeneuve, y más después de obsequiarnos recientemente con la monumental «La llegada». Y, si bien una de las opciones es abordar la película obviando que hace 35 años Ridley Scott se sacó de la manga una obra maestra destinada a figurar en cualquier lista de las mejores películas de todos los tiempos, por su propio peso acaba venciendo la segunda opción, la de tratar este 2049 teniendo en cuenta que antes existió Blade Runner. Y ahí es donde se abren todos los infiernos.
Blade Runner, año 1982, cuarta película dirigida por Ridley Scott, en esos momentos un prometedor director que venía de asombrar al mundo con Alien y que con la adaptación de la novela de Philip K. Dick consiguió tocar el cielo, dejando para la posteridad una cinta cargada de magia y de momentos destinados a permanecer en la retina del espectador para el resto de sus días, con un impagable duelo final entre Harrison Ford y Rutger Hauer que a día de hoy, 35 años después siguen marcados a fuego y ya forman parte de la historia del Cine.
Este es el gran problema de Blade Runner 2049, y es que, por mucho que la ambientación y la banda sonora hayan querido seguir los pasos de su predecesora, la cosa se resiente ya desde el primer momento, porque, hablando de la banda sonora, a estas alturas nadie puede discutir el talento de Hans Zimmer, aunque aquí se encuentra encorsetado por el monumental trabajo realizado por Vangelis hace 35 años y no consigue salir airoso de un trabajo que a priori ya venía con las cartas marcadas. Y sí, la ambientación no podía variar mucho de la ya vista hace unas décadas, cosa que no hace más que engrandecer el trabajo ya realizado en su momento.
Los problemas siguen a la hora de confeccionar el casting, y es que dentro de cincuenta años el mundo seguirá recordando a a Rick, Roy, Rachael (Ford, Hauer, Young) y pocos, muy pocos, lo harán de K, Joi, Wallace (Gosling, Armas, Leto) que a lo largo de algo más de dos horas y media intentan, aunque sea sólo unos instantes, dar con ese momento de magia que consiga elevar el listón, pero para encontrar algo de magia tenemos que esperar bastante, y es que el nivel de la película aumenta cuando hace su aparición el viejo Deckard aunque, no nos engañemos, es por el simple hecho de volver a tener delante a uno de nuestros héroes de ficción ya que la cosa tampoco va mucho más allá, salvo por la escena final de la película, sin duda uno de los dos grandes momentos de la película. Y será casualidad, pero en las dos escenas interviene la misma actriz, y no es ninguna de las protagonistas… (no quiero hacer ningún tipo de spolier, por lo que no diré más de lo necesario, pero para dar una pista, la escena tiene que ver con la creación de recuerdos).
Lo siento, no he podido evitarlo:
«Yo he visto cosas que vosotros no creeríais. Atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto Rayos-C brillar en la oscuridad, cerca de la puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia.»
Este minuto de Roy vale más que los 163 minutos de esta totalmente prescindible Blade Runner 2049. Sí, han tenido 35 años para intentar crear algo que pudiese estar medianamente a la altura de su predecesora, pero ni así, y es que ya hace tiempo que Ridley (sí, vale que no dirige la película y que se dedica a producirla) tendría que haberse jubilado y dejar intacto el recuerdo de sus dos grandes creaciones.
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