Mucho se ha escrito y filmado sobre el genocidio al pueblo judío en la II Guerra Mundial, unas más tópicas y otras más originales, incluso una de las más recientes como la húngara “El hijo de Saúl” fue considerada como una de las mejores producciones del pasado 2016, lista a la que también me suscribí. En esta que nos ocupa más que la historia en el campo de exterminio es el precedente y como una pareja ayuda a sus vecinos hebreos en una Varsovia asolada por el célebre gueto, que tan bien mostró Roman Polanski en su impactante “El pianista”, aunque la temática se asemeje más a la de “La lista de Schindler” de Steven Spielberg, ya que el matrimonio protagonista , los Zabinski, consiguieron salvar a más de trescientas personas de las tropas nazis escondiéndolos, siendo considerados como, Oskar Schindler, “Justos entre las naciones”, título que otorga el Yad Vashem, en nombre del Estado de Israel, a aquellas personas de confesión no judía que merecen consideración y respeto por sus actos.
Lo original de la trama es que los Zabinski escondieron a todas esas personas en sus instalaciones, nada menos que un zoológico, arrasado primero por la aviación hitleriana y luego convertido en un cruce de granja porcina y de cría del bisonte para delirio de un zoólogo alemán que intentaba regenerar una extinta raza. Impacta su primera parte, donde vemos la convivencia de los dueños del zoo con todos los animales que pueblan su terreno, comenzando con una divertida presentación donde Antonina Zabinski recorre en bicicleta los diferentes recintos, saludando a las bestias con una especie de camello corriendo a su alrededor. Su estupenda vida acaba con el primer bombardeo que afecta de forma directa al jardín zoológico, lo que provoca que muchas de las criaturas o acaben fulminadas por las bombas o ejecutadas al quedar en libertad pero eso consigue que podamos ver escenas tan irreales como un tigre paseando por un barrio de la capital polaca y que pensemos en algo que nadie había planteado; ¿Qué sucede con los animales en una guerra? Interesante planteamiento bien resuelto. A partir de ahí, el guion de Angela Workman se diluye como un “azucarillo”, conteniendo una enorme dosis de emotividad y eliminando los aspectos más escabrosos de una ocupación, cosa a la que se suma su directora Niki Caro, de la que solo he visto de su filmografía anterior “En tierra de hombres”, que se queda en el conflicto sexual, sea de una adolescente violada o del esfuerzo de seducción de Antonina Zabinski ante el jerarca de las SS, que como es obvio la desea y eso le nubla el juicio. Todo el resto se ve con agrado, sin demasiado sufrimiento, la mujer se hace fuerte en la casa, con su hijo y engañando con su belleza al oficial al mando y el hombre acaba en la resistencia polaca. Demasiado tópico.
En lo que sí destaca la cinta es el triángulo protagonista, con una Jessica Chastain, tan imperial como siempre, demostrando su enorme capacidad para acometer cualquier papel, teniendo una enorme química con su marido en la ficción Johan Heldenbergh, al que descubrí hace unos años con una película belga nominada al Oscar titulada “Alabama Monroe” y con el villano interpretado por el siempre eficaz Daniel Brühl. Un acertado reparto que se suma a unos técnicos solventes y que consiguen de “La casa de la esperanza” (por cierto, título que se ha puesto en España, cursi donde los haya) un espectáculo entretenido y un acercamiento menos doloroso de uno de los peores episodios del siglo XX. Lástima que Niki Caro no haya tenido más pretensiones en cuanto a su obra, pues la idea podría haber resultado bestial. Aun así, propuesta recomendable.
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