Nada menos que siete temporadas duró esta serie, que la verdad sea dicha, no parecía que pudiese soportar el peso de tantos capítulos, pero ahí estuvo aguantando cerca de cien episodios que, por lo que respecta a mi persona, entretenía y dio grandes momentos.
El responsable máximo es Kurt Sutter, que su mayor éxito en esto de las series para la pequeña pantalla había sido «The shield» y que centrado en las aceptables audiencias de «Sons of anarchy» no acometió ningún otro proyecto hasta finalizarla. Veremos que nos ofrece su nueva historia «The bastard executioner».
La trama es sencilla pero acertada. En un ficticio pueblo de California vive un club de moteros que unen su pasión por las dos ruedas con ilícitos negocios de venta de armas por unos nada recomendables contactos con el I.R.A.. El personaje principal es el vicepresidente, hijo de uno de los miembros fundadores que no sabe bien si esta es la vida que le conviene a su recién nacido hijo y a su propia existencia, aunque tiene en contra a su madre, una víbora casada con el presidente del club y que hará lo que sea necesario por mantener unida a la familia. Una doctora, antiguo amor de Jax, el joven vicepresidente le seguirá creando todavía más dudas.
Es evidente que el encanto de las primeras temporadas, donde todo parece abocado a una tragedia, pues Jax no puede elegir y el destino le lleva a un final trágico, se va perdiendo según avanza la serie, pues todo se vuelve más extravagante y las resoluciones de las complejas situaciones que van apareciendo se resuelven o con demasiada sencillez o con algunas tramas secundarias que no aportan demasiado, personajes que aparecen para dar una pequeña clave y que desaparecen una vez aportado el dato que se necesitaba para avanzar. Aun así, la serie engancha y en sus últimas temporadas, confiamos en ver quien de los personajes centrales va a morir.
Como en «Breaking bad», otro de los puntos a su favor es comprobar como las circunstancias empujan a un hombre hacia la maldad, pues Jax Teller, mantiene su estatus, a base de un «puño de hierro», basado en la desconfianza, la extrema violencia, la venganza y el castigo con la muerte a cualquiera de sus enemigos. Entendemos sus motivaciones pero asistimos impertérritos a su sangrienta odisea por mantener el poder. Ya lo decía Deleuze: «-El poder no se tiene… se ejerce».
Puede que no llegue a grandes clásicos sobre «moteros» como «Salvaje» o «Easy rider», auténtico monumento a la libertad, pero «Hijos de la anarquía» tiene un encanto especial, que la convierte en una apasionante propuesta, merced a su excelente banda sonora y a su peculiar iconografía con unas peculiares cazadoras de cuero, tatuajes y Harleys y un estupendo reparto encabezado por Charlie Hunnan, que gracias a este papel acabó con Guillermo Del Toro en «Pacific Rim», el gran Ron Perlman o la no menos interesante Katey Sagal, junto con unos secundarios que son los que dan el tono a toda la creación.
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