Seamos sinceros, a quien le interesa un nuevo disco de Roger Waters a estas alturas, salvo a la vieja guardia de fans acérrimos de Pink Floyd de la cual soy miembro para más inri. Es igualmente cierto que Roger levanta la misma pasión que odio entre los diferentes sectores de público amante de rock. Cuantas veces abre oído lo coñazo que pueden ser discos como The Final Cut y/o la integridad de la discografía de Waters en solitario. También es verdad que a muchos les gusta despotricar sobre la vieja guardia para darse aires de enteradillo y modernos, pero una vez a solas escuchan a las grandes bandas que dieron brillo a la palabra Rock.
Los trabajos del bajista de Pink Floyd son discos de temática sesuda y que requiere una escucha atenta. Nunca han sido discos de fácil digestión, ya que evidentemente su música no es Pop juvenil ni nada que se le parezca, dios nos libre! La verdad sea dicha soy gran admirador de discos como The Pros and Cons of Hitch Hiking y Radio Kaos, pero reconozco que la noticia de un nuevo disco del antiguo miembro de Pink Floyd me dejó algo frío, para empezar, Is This The Life We Really Want? es de por si un título poco prometedor para un disco de rock; sería perfecto para algún libro de auto ayuda o para algún seminario sobre hacia donde se dirige el futuro de la humanidad. La portada me parece horrible y la verdad sea dicha es que todas las portadas de los discos en solitario de Roger son horripilantes y de mal gusto.
Ahora nos queda el contenido; no nos olvidemos que es su primer álbum en solitario tras 25 años de inactividad compositiva y que alguna cosa interesante tendrá que contarnos a través de esos doce cortes que tiene el trabajo.
Producido por Nigel Godrich, un hombre al que se le puede considerar como el sexto miembro de Radiohead y que además participa activamente con su guitarra y arreglos a lo largo del disco, nos da indicio que a lo mejor el sonido se ha modernizado, pero no hay sorpresa, decir que el disco suena a Roger Waters es un eufemismo, es el digno sucesor natural de sus anteriores trabajos tanto por la música como por el espíritu que emana. Waters se enfrascó en una paranoia con The Wall de la cual jamás ha vuelto o querido deshacerse de ella. Por lo que si el oyente no comulga con anteriores trabajos difícilmente caerá bajo los influjos de Is This Life We Really Want?
El disco nos narra con un cierto humor sardónico típico del músico británico sus vicisitudes con el alcohol hasta la incipiente psicosis mundial con el auge del terrorismo, todo ello bañado como he dicho anteriormente con una banda sonora que suena a “Deja Vu” con la diferencia de que se ha dado más protagonismo a unos arreglos grandilocuentes en vez de a esas guitarras siderales que hacia las delicias en los discos de Pink Floyd o el aquel The Pros and Cons of Hitch Hiking.
Waters ha sabido rodearse de sangre joven y talentosa como en el caso de Nigel, y en Jonathan Wilson que es el que aporta esos chispazos más psicodélicos. También ha contado para la grabación con Gus Seyffert Roger Joseph Manning Jr. , Lee Pardini , Joey Waronker y el dúo de coristas formado por Jessica Wolfe y Holly Laessig.
¿La banda sonora para la presidencia de Donald Trump? Posiblemente, ya que el disco de Waters desprende un efluvio de pesimismo muy logrado. Waters siempre ha manifestado una fuerte convicción de ideología de izquierdas, aunque difícil de creer con la fortuna amasada y los precios de sus conciertos y merchandising . Su crítica a numerosos ámbitos de nuestra sociedad suena más convincentes y aquí si tiene credibilidad su discurso, por ello funciona su disco.
No es un disco de Pink Floyd, aunque guiños a la banda que fundo junto a Syd Barrett no faltan tanto en los efectos sonoros como en los arreglos de teclado. Por poner algunos ejemplos citaré “Bird In A Gale” o “Smell The Rose” que son puro Pink Floyd y puede darnos una idea de lo que podría haber sido un disco del grupo en 2017.
Waters a sus 73 años sigue cantando con elegancia y haciendo discos donde sus paranoias siguen sin demonizarse y pecan a veces de excesivas, pero es tal magia y el “ Savoir Faire” de este icono del rock que consigue que al final del disco uno quede encandilado y atónito que Mr Roger Waters, sin hacer nada nuevo, consiga dejarme satisfecho.
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