Parece ser que la Universal va a empezar a actualizar sus clásicos, a ver si así encuentra una franquicia rentable con la que acometer estos nuevos tiempos. Hay que recordar que la primera versión de “La momia” de dicha productora es de 1932, con un Boris Karloff desatado, aunque por mezclar el cine de aventuras con el de terror esta película recuerde más a la serie de cuatro largometrajes iniciada en los cuarenta con “La mano de la momia” y seguida en los sesenta por la mítica productora británica Hammer. Ya en los noventa se encontró un nuevo filón con la saga protagonizada por Brendan Fraser y como detalle morboso en los ochenta Frank Agrama dirigió “El despertar de la momia”, un gore “en toda regla” donde las egipcias criaturas no se movían solo por el hambre de venganza sino por hambre “a secas”, devorando cual zombies a todo el que se pusiese cerca.
Pues esta nueva versión tiene un poco de todas, incluida la italiana gore, mezclando géneros para acabar resultando un “refrito” de todas las versiones de la momia, un pastiche que solo a ratos funciona, resultando inverosímil la mayor parte del tiempo. Y que no se me entienda mal, en una cinta como esta no se pide verosimilitud argumental pero por lo menos sí en las reacciones de los personajes y lo que no es normal es que los villanos siempre den varias oportunidades para acabar con el bueno de la función y así poder seguir con el festival de efectos visuales, auténticos protagonistas del film, lo que no deja en buen lugar a su director Alex Kurtzman, guionista de series tan antológicas como «Fringe» o las nuevas aventuras de “Star Trek” que si bien es cierto que los CGI tenían su importancia, se encontraban supeditados a la historia. Aquí no. Todo lo que sucede se basa en las imágenes generadas por ordenador y en que Tom Cruise tenga bonitos planos para engrandecer su leyenda como héroe de acción, por lo que en más de un momento parece un videojuego donde estemos pasando pantallas, sin demasiado sentido, ni del ritmo ni del montaje. Y además las dos actrices resultan demasiado inexpresivas, tanto Annabelle Wallis como Sofia Boutella, que le falta entidad como villano. Y para colmo, la corte de momias, intentan ser monstruos que deben aterrorizar pero que se quedan en seres en los que se nota demasiado la computadora, como sucede en la gran mayoría de zombies actuales. ¡Cómo echamos de menos el maquillaje! De hecho prefiero mil veces más los muertos vivientes de Romero, de Fulci o las momias hambrientas de “El despertar de la momia”. Hubo un momento con unas momias natatorias que me recordó una inolvidable secuencia de “Nueva York bajo el terror de los zombi” donde una señorita es atacada bajo el agua por un no muerto y escapa viva de milagro gracias a que el pútrido ser acaba luchando “a bocados” con un enorme tiburón que pasaba por ahí.
Y para colmo, en el cine donde la vi, la exhibían en tres dimensiones y tengo que decir que ha sido de las peores experiencias en este formato y se nota “a la legua” que no es más que un largometraje rodado de forma normal y ampliado al 3D. Una pena.
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