“Una historia de venganza” es el espantoso título que han colocado en España a “Aftermath”, que se podría traducir como “Secuelas” (que el traductor oficial de esta página, Ángel Ferrer me corrija si estoy equivocado). Imagino que este cambio se debe a que su principal estrella es el otrora icono de acción Arnold Schwarzennegger, en la actualidad muy envejecido y que intenta hacer otro tipo de papeles, lejos de sus registros habituales, como sucedía en su anterior “Maggie”. Aun así, nuestros “avispados” distribuidores han elegido ese nombre para su último largometraje para intentar conseguir la atención del aficionado al cine de acción y de las cintas clásicas de Schwarzennegger, que como “en la viña del señor” hay de todo, desde infames subproductos, entretenimientos pasajeros y alguna muestra del mejor cine.
Pero no nos equivoquemos, quien espere ver “Terminator” (cualquiera de ellas), “Mentiras arriesgadas”, “Depredador”, “Conan, el bárbaro” (o “El destructor”), ni siquiera “Comando” o “Perseguido”, acabará frustrado y enojado pues “Una historia de venganza” nada tiene que ver con ellas, ya que la historia trata de un fatal accidente de avión que transforma las vidas de un hombre corriente que pierde a su familia y el controlador responsable de la fatal colisión. Una vida marcada por la tragedia. Atisbamos en el guion de Javier Gullón, quien también firmaba el de la desasosegante “Enemy” de Denis Villenauve, que se nos intenta ofrecer un relato duro, conciso, donde los dos hombres tienen que afrontar esas secuelas emocionales a las que alude el título, uno como víctima y otro como responsable. Durante la trama, vamos viendo la evolución de los personajes, su duelo, su tristeza y como van cambiando hacia peor. Entendemos lo duro y complicado que es reponerse de una situación tan extrema. Interesante argumento que ahonda en los límites de la psicología.
El problema es que todas esas interesantes expectativas se pierden en una narración y realización fría, de colores plomizos y grises y que no termina de despegar, salvo en el tramo final. A ello, contribuye la dirección de Elliott Lester, en el que hasta ahora es su principal obra y que no consigue durante numerosos pasajes que su cinta tenga el suficiente ritmo y, a pesar, de superar por escaso margen la hora y media acaba resultando tediosa en buena parte del desarrollo, centrándose en las figuras de sus dos protagonistas que cumplen sin estridencias, tanto el viudo Schwarzennegger como el controlador interpretado por Scott Mc Nairy.
Película donde lo que se propone está muy por encima de lo que se muestra y que con ella, parece claro, que Schwarzennegger intenta dar un giro a su carrera, ahora que los años no perdonan y no puede hacer de “saco de huesos y carne”. No es de extrañar que aparezca como productor, aunque sí sorprende que su compañero en este crédito sea todo un “rey del cine independiente “ como Darren Aronofsky, cosa que no hubiésemos creído hace años, pero así es el mundo del séptimo arte. Una eterna “carrera de obstáculos” donde un día uno se encuentra en el olimpo de las estrellas y con el paso de los años ese mismo mundo que te encumbró te olvida sin remedio. Renovarse o morir. El mismo tema que tratamos con Warren Beatty y su estreno de “La excepción a la regla”.
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