En más de una ocasión he dejado claro mi gusto por el cine de terror, género que siempre ha estado entre mis favoritos y que no dejaré nunca de defender, demostrando, además, que se puede conseguir un buen rédito en taquilla sin necesidad de nombres conocidos, simplemente basándose en lo interesante o apetecible de su historia.
Esta, por desgracia, no va a pasar a los anales del horror moderno, y a ese buen momento que vive las películas de miedo. De hecho, todo el conjunto parece un “refrito” de títulos muy superiores a este “Nunca digas su nombre”. Ecos de éxitos recientes como “Babadook” o “Expediente Warren”, se mezclan con la primera temporada de “American Horror Story” o esa genialidad que era “Candyman”. El problema reside en que el horrible monstruo de la cinta carece de entidad y los personajes (pocos) no siguen una línea coherente, cosa del que hay que culpabilizar a la pareja responsable; el guionista Jonathan Penner y la dirección de Stacy Title que parecen apuntar algunos temas que podrían dar juego como los celos de los adolescentes protagonistas, la relación entre el compañero de piso con un atractiva vidente o la bibliotecaria que parece que va a ser algo clave en el “clímax” y es resuelto de forma muy chapucera. Aun así han conseguido convencer para aparecer en el proyecto como secundarios a una gloria de Hollywood como Faye Dunaway que encarna a un personaje que solo aparece para dar cierta información y desaparecer y a Carrie Ann Moss como imposible, e hierática, jefe de homicidios.
Todo transita entre el tópico y las situaciones vacías, aunque su hora y media no aburre demasiado y se deja ver. A su favor, se ve un intento de presentar a los protagonistas y crear un conflicto entre ellos de los cuales pueda aprovecharse el villano y así empaticemos con ellos, aunque sin duda lo mejor del producto final es la secuencia de apertura, todo un compendio de buen hacer y donde al espectador le entran ganas de ver que va a suceder después, pues es sugerente mostrar a un hombre normal, a plena luz del día, pidiendo perdón a los vecinos antes de iniciar una carnicería con su escopeta de caza en una de esas zonas dormitorio. De haber mantenido el tono de ese inicio estaríamos ante un notable largometraje pero la falta de ideas de la gran mayoría del nudo y el mal desenlace la condenan a un suspenso sin remisión. Fácil de ver y más fácil de olvidar. Una pena.
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