No somos seguidores de la saga de Harry Potter (leímos el primer libro hace lustros y no volvimos a retomar la serie) aunque hemos visto las películas, de las cuales nos gusta más “El prisionero de Azkabán” que dirigió el magnífico Alfonso Cuarón, aunque las últimas tenían una gran prestancia y servían como perfecto colofón a los múltiples seguidores a lo largo y ancho del orbe del famoso mago de Hogwarts. Eso hay que reconocérselo a David Yates, autor de los cuatro largometrajes con los que se finalizaba el serial y las nuevas andanzas de Tarzán (que reseñamos en esta misma sección hace unos meses) que dejaba claro la facilidad del británico para conseguir entretenimientos admisibles, cuidados y con la dosis de acción adecuada.
Esto sucede en “Animales fantásticos y donde encontrarlos”, una cinta que casi llega a las dos horas y cuarto pero que pasa en un suspiro. Y eso es algo para agradecer y por lo que merecería el aprobado, pero es que además está muy bien dirigida en el aspecto técnico, con un Nueva York de época que resulta convincente y que se convierte en un personaje más de una trama que avanza sin sobresaltos merced al buen hacer de Yates, de unos efectos especiales que no se convierten en protagonistas sino que intentan complementar a los roles (tanto a los de “carne y hueso como a los digitales) y de la labor de Mark Day en la edición, técnico de confianza de Yates que aporta el ritmo necesario al montaje lineal.
Hasta aquí lo destacado y los mayores puntos a favor porque no todo iba a ser grandioso en esta superproducción. Sin ser mala, la fotografía de Philippe Rousselot resulta irregular, con maravillosos colores y encuadres en las escenas de día pero demasiado oscura en las secuencias nocturnas y callejones. Una mala praxis que puso de moda hace muchos años David Fincher y que nadie es capaz de imitar con el mismo resultado. Algo que no se puede dejar de comparar como ocurre con la banda sonora de James Newton Howard, que solo se queda en eficaz pero que no resiste la comparación con lo compuesto por John Williams para las desventuras de la casa Griffindorf.
Pero el gran problema de el largometraje son la falta de química entre los personajes y la parte final del guion. Y eso hay que achacárselo a J.K. Rowling, que debuta como autora de “libretos” y no de novelas. Su historia para el cine es deslavazada, con un final horroroso donde una vez descubierto el “Obscurus” éste actúa como una masa informe tipo “The Blob” o el “humo negro” de la serie “Perdidos”, amenazante pero sin atacar a nadie, como esos malos boxeadores que amagan pero no pegan, sobre todo en la parte del metro que resulta incomprensible. A ello se suma la falta de empaque como villano de Colin Farrell, con un personaje sin entidad, tanto como el de las féminas, ya que tanto Katherine Waterston y Jenn Murray les toca en suerte unos roles carentes del más mínimo sentido común, sobre todo la última cuya Chastity parece creado para ser la “rubia guapa” enamorada del “torpón” Kowalski, interpretado por Dan Fogler y con un papel mucho más agradecido. En algunos momentos parece una relación como la de las “comedietas” de “High School” donde una imponente estudiante (normalmente de intercambio) se enamora perdidamente del más “nerd” entre los “nerd”, alguien sin opciones entre las señoritas “wasp” estadounidenses. Eddie Redmaine cumple pero nos parece un actor sobrevalorado con un único recurso como es su agradable sonrisa y con la que está fraguando una carrera impecable, aunque algunos todavía recordamos su imposible malvado de “El destino de Júpiter”, aquel desastre de los Hermanos Wachowski.
Conseguirá una enorme taquilla y un filón con las mil y una secuelas que llegarán, que al fin y al cabo es lo que manda en la industria, pero a pesar de sus defectos “Animales fantásticos y donde encontrarlos” es un más que digno “blockbuster” y un entretenimiento pasajero.
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