Muchas veces entro en una tienda de chucherías con mis hijos y me encanta ver sus caras indecisas cuando tienen que elegir que pillar y que no, esa lucha interna por no pillar una bolsa enorme, llenarla hasta el límite y correr hacía el horizonte. Con los discos, pasa algo igual, son tantas las bandas y discos que pasan por delante de tus ojos, que a veces cuesta decidir, que disco vas a escuchar o a cual vas a ignorar mirando distraido hacia otro lado. Lo bueno, es cuando alguien te recomienda escuchar tal o cual banda, ahí reconozco que si que me pongo presto, es ese aliciente que me vuelve a despertar la vieja sensación de descubrir alguna banda, y hace unos días me ha sucedido de nuevo. Una de esas conversaciones que se inicia en una red social termina derivando hacia esa banda que deberías escuchar, y Diego, guitarrista de Scape Land junto a Fernando Starbreaker de El Muro Blogzine, me recomendaba escuchar a los almerienses Onomasy.
La palabra clave fue death técnico. Mira que me gusta el metal extremo, pero reconozco que cuando la tralla por la tralla, se sustituye por la tralla con fundamento, se convierte en algo ante lo que no tengo más remedio que rendirme. Algún día la gente tendrá que reconocer la creatividad y abrumadora calidad que se esconde detrás de esa cacofonía sónica que algunos creen que es este tipo de metal, que alberga a músicos realmente alucinantes. Y reconozco que estos tipos de El Ejido, tienen mucho que decir con este su primer disco, que llega tras haber editado un e.p. y un single, y podéis ir sacando el altar de sacrificios, porque estos tíos no os van a dejar indiferentes. La intro «Bow down» con esa atmósfera que consigue crear te pone en expectativas de desear lo que se te viene encima, que ya te arrincona con la brutalidad de «The maze of unhapiness», sus continuos cambios de ritmo y esa dualidad vocal de su cantante entre los propios del death.
«Gray days to live» es una pasada, con desarrollos muy progresivos en los que dejan claro la calidad que atesoran, con ese grandísimo solo. «Ashes and dust» vuelven a esos cambios que se convierten en santo y seña, sin perder un ápice de brutalidad.»Digging up the moon» posee unas guitarras simplemente increíbles, una canción que es como el mejor golpe de un boxeador en estado de gracia, junto a esos riffs que no te dejarán salir vivo. «Descending to the other side» vuelve a explotar con el virtuosismo de las guitarras, y una demostración vocal al alcance de los más grandes del género, mientras la batería no deja ni un solo segundo para poder respirar. «The legacy interlude» es ese paso necesario hacia «The jailer of the lives» pura reinterpretación del death metal, de contundencia incomparable.
«In memory of the reaper» te lleva a rendirte una vez más ante los guitarristas de esta banda, acojonantes. «I am» vuelve a sacar a relucir las influencias neoclásicas de las guitarras, antes de entrar en batalla con un ritmo descomunal y una sección rítmica que construye un auténtico acorazado imposible de desmembrar. «Advantdge of the disadvantage» y «The heritage of the royal» ponen punto y final a un disco demoledor, con unos músicos increíbles, que han parido un pedazo de álbum de death metal técnico de esos que no puedes dejar de escuchar.
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