No hace mucho aparecieron unas grabaciones en las que supuesto un capo de la Camorra atribuía la frase “Política y mafia son lo mismo” a nuestro compatriota Luis Bárcenas. Que Bárcenas dijera tal frase no está demostrado en sede judicial pero bien podría haberla dicho. Visto su bagaje como tesorero del partido más votado de España (sic) y la cantidad de dinero que tenía en Suiza, no sería de extrañar. De las grabaciones se deduce que Bárcenas estuvo muy interesado en ese intento frustrado de crear una especie de ciudad del juego en Europa a imagen y semejanza de Las Vegas, la célebre Eurovegas. También se desprende de las grabaciones que el proyecto podría estar, como el original afincado en Nevada, financiado parcialmente por la mafia. Lamentablemente, de unos años a esta parte nos hemos acostumbrado a oír hablar de burbuja inmobiliaria, corrupción, comisiones y mordidas. Si a todo ello le sumamos inestabilidad política, tendremos ya casi escrita la trama de Suburra. Suburra no recuerda únicamente a la situación en Italia, bien podría trasladarse a esta corrupta España nuestra. Suburra es un certero retrato de este capitalismo actual en el que realmente política y mafia son lo mismo.
Tras su adaptación televisiva del libro Gomorra, Stefano Sollima retorna con Suburra a unos ambientes mafiosos no le son ajenos. Al grano, Suburra es una actualización de la mafia y sus ramificaciones. Se acabó lo del mafioso elegante y educado, ahora los mafiosos parecen concursantes de Gran Hermano, tienen discotecas y escuchan machacona música disco. Se acabaron las antiguas reglas de la mafia, hay nuevos líderes con ganas de llegar al poder lo antes posible. Más que mitificarlos, algo que el cine norteamericano siempre hace con los villanos, ya sean mafiosos o psicópatas, esta película italiana retrata unos personajes fácilmente reconocibles. Desde el político, al constructor pasando por el banquero o Benedicto XVI, todos los personajes nos aparecen reales y cercanos. Algunos resultan de lo más familiar, como si los viéramos diariamente en las noticias. Suburra se podría definir como el compendio de todas las corruptelas que nos han asolado en los últimos años en el sur de Europa. Es ese apego a la realidad lo que me atrapó inicialmente de esta película. Los personajes de Suburra buscan su propio beneficio. Ni uno solo se salva de la quema. Estamos ante una historia de ambición sin límites que acaba en una sangrienta espiral de venganza.
Un nuevo proyecto urbanístico en el que la mafia ha puesto sus ojos (y financiado por la Santa Sede) será un preciado botín del cual tos querrán su parte. Una vez más, la alargada sombra de Las Vegas se cierne sobre Europa. Banqueros, políticos y mafiosos se verán envueltos en una espiral de violencia provocada por una muerte accidental en circunstancias muy comprometedoras. La tragedia está servida. Suburra narra la cuenta atrás hacia el Apocalipsis en una Roma corrupta inundada por la lluvia. Como las fichas de un dominó los acontecimientos se suceden cada vez más deprisa y las consecuencias serán imprevisibles. Esa sensación de cuenta atrás previa al Apocalipsis que impera sobre toda la película se potencia gracias a la extraordinaria fusión que se establece entre las imágenes y la música del grupo francés de música techno M83. Su música confiere un sentido épico a las escenas, dándoles una inusitada intensidad.Estamos ante una buena película de cine negro e intriga política cuyo excelente guión parece escrito a base de recortes de periódicos.
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