Conozco a más de uno que anda perdido por esos mundos sonoros de dios buscando no se que. El nuevo ideal de la originalidad, la confesión adaptada a los nuevos tiempos de romper los esquemas, el concepto individualista de ser el único al que poder nombrar como definición de su sonido. Y no se si tendrá la suerte de encontrarlo o se perderá por el camino. Ojo, que todos necesitamos de esas bandas que nos rompan los esquemas, que nos hagan preguntarnos por un segundo, si hemos equivocado la puerta de salida. Pero eso no quita, que sea ese puto rock and roll, chulo y contagioso, el que me la ponga dura como un pomo de hierro. Miro hacia New Jersey, y me encuentro banda con chica a la voz, ¡y que voz!, y chico también como vocalista, formando un estupendo dúo, aunque la mayoría del protagonismo caiga en ella, haciendo rock de corte clásico, con referentes hard rockeros, melodías pop y todo lo que se te ocurra por medio, y me digo, voy a por otra cerveza, antes de que el médico intente curar de una puñetera vez mi hígado y mi oido.
Y me pierdo en el disco debut de Chevonne and The Fuzz, porque suenan potentes, con clase y calidad, y esa voz me vuelve loco, porque es capaz de agarrarte y no volverte a soltar. Aúllan mis altavoces con el riff de «Flash baby flash», duro y repetitivo, como debe de ser, y esa voz, que si, que me vuelvo a repetir, pero que me gusta horrores. La guitarra de Chris Bookstaver también es de primera, y suena que truena «Kill it in the real world», junto a una batería brutal y una demostración de fuerza tremenda. De nuevo riff fuerte que se funde con el dueto de voces de Chevonne y Chris Ricci en «Never see me coming». Esa voz suena sexy en «Shade», con un conseguido estribillo, que se te queda impregnado. El bajo de Doug Hoekstra se coloca en primera fila en la adictiva «The higher the hair (the closer to heaven)», ¡que buena, coño!.
«My black ring» se acerca a sonidos más pesados, con esa batería de Nick Potters que marca ritmos sin parar y Chevonne de nuevo dejándose llevar, ¡y de que manera!, mientras Chriss le pone el contrapunto perfecto, a esta canción de maneras southern. Llega el momento de calma con «Blonde», ese teclado y la voz te llevarán por la senda perfecta. Me rindo ante «God is her kiss» y sus maneras de rock actual. Esa guitarra rememora grandes tiempos hard rockeros en «Galter belt», donde cambiando las tornas, es la voz de Chris la que toma protagonismo, para ir intercambiando con la fantástica Chevonne. Yeah, desata tus mejores recuerdos de The Runaways cuando escuches la rápida y divertida «Red ride». Venga, que esto va viento en popa, y la fiesta no termina, porque se ponen potentes y marchosos, para seguir alegrándonos la vida en la super rockera «All in», con un Chris que le da un tono muy duro en su forma de cantar, mientras Chevonne mete melodías a raudales. ¡Pedazo de estribillo!.
Más tralla con «Broke down», con esas guitarras que planean sobre el metal y una batería muy contundente, poniendo punto y final a este disco, que he disfrutado muchísimo, tanto que al final no he podido resistir el sentarme a escribir unas líneas sobre él. Gran banda, y con mucho futuro, si les dejan seguir creciendo y ellos aguantan el tirón.
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